Juan no disfrutó de su paseo dado que estuvo toda la tarde dándole vueltas a la cabeza sobre aquella extraña visión que había tenido en el espejo. Cuando regresó de nuevo a su hogar se acercó con manifiesto temor a aquel adorno, pero este solo le devolvió como antes a su propia imagen. "¡Bah, esto ha sido una simple mala impresión debido a la tensión de estos días y nada más. Eulalia está en el cementerio y eso es todo!" - se dijo a sí mismo.
Juan se dirigió al mueble-bar y se sirvió un buen vaso de Wisky con hielo. Mas cuando se disponía para ir a dormir, tuvo la intuición de que no estaba solo en casa. Nuevamente se dirigió al lugar en el que estaba aquel espejo; encendió la lechosa luz que prestaba a aquella estancia un aire un poco tétrico; se acercó a aquel objeto y pudo comprobar que efectivamente no había nada extraordinario en él, pues una vez más este reflejaba su propia imagen. Todo seguía con la normalidad de siempre. Sin embargo, cuando Juan dio media vuelta para salir de allí, sintió de pronto que "alguien" le miraba con fijeza desde algún rincón en la nuca. Se giró en redondo, y con espanto vio reflejada en el espejo la figura de Eulalia con su expresión acusadora como la otra vez, la cual parecía dicirle desde la ultratumba: "¡Tú me has matado canalla, pero no te librarás de mí tan facilmente".
Juan salió despavorido de su domicilio y estuvo vagando durante unas horas por toda la villa sin atreverse a volver a su casa, hasta que por fin llegó hasta la vivienda de su amigo Rafa García que durante muchos años había sido su compañero en la empresa en la que habia trabajado, pero que ahora a pesar de que Juan estaba en el paro seguía manteniendo una buena relación con él.
- ¿Qué te pasa chico? Estás más blanco que el papel - le dijo su amigo Rafa cuando Juan se hubo adentrado en el interior de su casa, el cual era un sujeto de su misma edad y hacía escasos meses que se había divorciado de su mujer.
- Si te lo cuento no te lo vas a creer - le respondió Juan jadeando-. ¿Sabes aquel espejo tan bonito que hay en el recibidor de mi casa?
- Sí...
- ¡Pues Eulalia, me sale reflejada en él! Parece cosa de brujería.
- Bueno, bueno... Esto no puede ser. Seguro que habrá una explcación razonable para esto.
- ¡Te lo digo en serio Rafa!
- Cálmate, chco. Veamos. Tú lo has pasado muy mal con Eulalia, y has estado obsesionado con ella durante mucho tiempo. Y ahora tu mujer ha muerto de la manera más traumática que cabe imaginar. Es normal que estés impresionado; cualquiera lo estaría en tu lugar. Mira, yo creo que tu inconsciente te ha traicionado, y has proyectado su imagen en este espejo - le dijo Rafa con buena lógica y haciendose el psicólogo.
- Es posible... - repuso medio convencido su amigo Juan.
-¡Claro, hombre! ¿Qué otra cosa puede ser? Lo mejor será que visites a un especialista, le cuentes esto que me has explicado a mí; te recetará un medicamento, y ya verás como dejas de tener estas alucinaciones de Eulalia.
- Lo chocante del caso es que ella odiaba este espejo; lo quería llevar a un anticuario y ahora en cambio como por una ironía del destino se me aparece en él.
- Ahora vamos a tu casa, y me enseñas este espejo. Seguro que no pasa nada anormal - propuso Rafa con una sonrisa tranquilizadora.
Efectivamente los dos amigos se dirigieron a la vivienda de Juan, éste abrió la puerta con su llave, encendió la luz de la estancia donde se encontraba el espejo, y tal como había pronosticado Rafa no había nada anormal en su superficie. Aquella noche Juan apenas pudo conciliar el sueño pero decidió que al día siguiente visitaría a un psiquiatra y le expondría su caso. Si, había estado obsesionado con Eulalia y esto ahora le pasaba factura. No podía vivir con su recuerdo eternamente y tenía que recuperar su vida normal.
Mas a la mañana siguiente, se presentaron en su casa dos inspectores de la Policía Nacional, que venían a hacerle unas preguntas a instancias de la familia de Eulalia. ¿Cómo podía ser que ella que siempe había sido una mujer tan meticulosa en todo hubiese tenido un accidente mortal tan absurdo ? Se intuía algo oscuro que estaba fuera de toda lógica.
Juan recibió a los inspectores en el recibidor donde estaba el espejo, y allí se le interrogó.
- Hemos oído decir que usted y su mujer discutían con frecuencia. ¿Es así? - le preguntaron.
- Bueno. A veces sí. Las cosas no me iban bien. Estoy en el paro. Pero éso no me hace sospechoso ¿verdad?
- No, claro que no. Pero se lo preguntamos porque para hacer nuestro informe nececitamos atar todos lo cabos sueltos. ¿Comprende usted?
- Por supuesto que sí.
- Ella se cayó rodando por las escaleras. ¿Cómo fue éso? ¿Resbaló? - inquirió el policía que parecía más escéptico.
- Sí. Yo estaba medio dormido en la habitación y oí su cuerpo como caía. Entonces me levanté enseguida, y me encontré con el accidente.
De súbito Juan miró distraídamente el espejo, y allí se reflejaba Eulalia, que señalaba con la mano acusando a su marido por el crimen que había cometido. El hombre palideció; le entró un ataque de nervios y no pudiendo resisitir más aquella sensación de culpabilidad que le embargaba a tenor de la visión del fantasma sea mental o sobrenatural de Eulalia que no le dejaba en paz estalló:
-¡Sí, sí... Yo la maté, la maté, porque era una bruja que me hacía la vida imposible!
Los dos policías se miraron entre sí atónitos y con resolución le dijeron:
- Debe de acompañarnos.
Juan, antes de entregarse a la Justicia tomó un jarro de una consola que había en un rincón de la estancia y lo lanzó con furia contra el espejo, el cual se rompio en varios pedazos, en los que seguía reflejándose Eulalia.
FRANCESC MIRALLES
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