Movamos el corazón
con una voluntad firme.
No seamos inflexibles.
Modifiquemos los aspectos
que más duelen
y convivamos con la felicidad
como referencia máxima.
No nos ahoguemos.
Contemplemos con emoción
cuanto nos rodea.
Seamos en lo máximo y en lo mínimo.
Platiquemos.
No lloremos por lo inútil.
Dispongamos caricias
que nos libren del mal.
Establezcamos autoridad
con mansedumbre,
así como emociones y sensaciones
de vida real.
No apaguemos la luz
antes de tiempo.
Todo cuenta, todo vale,
sin obsesionarnos, claro.
Motivemos.
Experimentemos la jovialidad
de cada jornada, en cada esquina,
con apuntes contables.
Sepamos, seamos, podamos.
Nos manifestaremos con claridad,
dibujando los tonos más mágicos.
Nos disfrutaremos
sin restar ni un ápice
a la creencia en nosotros mismos.
Nos queda mucho.
Juan Tomás Frutos.
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