The FukBoy Vol. 10: La suerte del tonto

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—Y a todo esto, ¿qué haces tú aquí? —Le preguntó el Chico del pelo a lo gallo al hombre recubierto de roca, ante la impotencia de su mentor, que no da crédito a la estupidez de quien es en realidad un clon del mismo ser del cual lo es él.

—Ese maldito HiperMan…, resultó que Desiré…, o sea, mi exnovia, empezó a salir con él después de que me dejara. Lo odié con toda mi alma, y…, le di una pedrada a su coche. Pero me vio. Al final resultó que no estaban juntos, pero ya era tarde para mí. Hui lo más rápido que pude y me escondí en este distrito. Todo el mundo sabe que HiperMan no puede ver a través de la uralita.

—Eso es una soberana gilipollez —le aseguró HoodMan

—Pues aún no me ha encontrado…

—Pero…, ¿qué puto sentido tiene que HiperMan tenga un coche? O sea, es más rápido que una bala, puede volar y toda esa mierda.

—Pues..., vas a tener razón —admitió Coraza de Amor—. ¡¿Y si me he escondido todo este tiempo para nada?!

En aquel instante, ante la indiferente mirada perdida de BigNigga, un poderoso vendaval arrancó el techo de su chabola, arrastrando consigo los de media barriada, e incluso en algunos casos, casas enteras. Desde los cielos, un enfurecido HiperMan observa el interior de las que han podido quedar en pie, en busca de sus objetivos. Entonces los divisó. Descendió a los suelos, y se acercó, a la par que HoodMan, a toda prisa, trata de conectarse las piezas más punteras de su arsenal, sin apenas tiempo, antes de que se acercara a paso lento, atemorizándolos a todos.

—¿De verdad creíais que no iba a encontraros aquí? —Les preguntó, manteniendo en todo momento una maquiavélica sonrisa—. Todo el mundo sabe que no puedo ver a través de la uralita, era obvio que vendríais aquí. Un momento —entonces lo vio—. ¡Tú! ¡Desgraciado! ¡Eres el ex de Desiré! ¡El que me apedreó el coche! ¡Yo te mato!

HoodMan aprovechó el momento para retraer los ultramegamuelles de sus piernas robóticas, con la cuchilla laser de su mano derecha cargada a máxima potencia, para impulsarse a una velocidad tres veces superior a la del sonido, con la que trató de rebanar la garganta de HiperMan, antes de que este lo precipitara al firmamento de un revés, ignorándolo por completo.

—¡Comprimiré tu cuerpo hasta que sea un guijarro! —Le prometió a Coraza de Amor—. Después me lo comeré, lo cagaré en una cajita, ¡y se lo enseñaré a tus hijos! Les diré, ¡aquí está el mierda de vuestro padre! Por dios, dime que tienes hijos, dame ese gusto, ¡ojalá que de manera inexplicable te hayas reproducido, para así poder llevar a cabo esta pequeña fantasía!

HiperMan sintió entonces el tacto de una suave mano sobre su cabeza. —Repítele eso si te atreves —le amenazó una dulce voz a su espalda, antes de que la cara comenzara a derretírsele, cayéndosele a cachos al suelo, a la par que el resto de su cuerpo se deshace ante un blanquecino y espeso líquido viscoso.

La bella Velaska posó entonces su mirada sobre el rostro atolondrado de FukBoy, quien permanece inmóvil, totalmente hipnotizado por sus ojos de un azul tan intenso como el cielo, hasta que un grito total y absolutamente desagradable para él, tomó forma, apartándole la mirada hacia atrás.

—¡Idiota! —La llamó aquel hombre delgado y pelo pincho del cabello anaranjado como el fuego, de quien se dice que es su hermano gemelo—. ¡Lo has matado! Ahora no podrá llevarnos hasta su jefe.

—¡¿Qué?! —Preguntó totalmente sorprendida—. ¡¿Ese era HiperMan?! Pero si me habían dicho que era un extraterrestre superpoderoso.

—¡Un mierda es lo que es! ¡Un mierda muerto ahora, estúpida! ¡Has extinguido a los plutonianos!

—Aún queda su tío… —les recordó el hombre recubierto de piedra.

—¡Que te calles idiota! —Le ordenó Nestor—. ¡Esto es por tu culpa también!

—Iba a matarlo —le aseguró su hermana gemela—. ¿Qué iba a hacer? Tenía que proteger a este pobre desgraciado.

—Bueno, yo ya me voy —susurró Coraza, antes de desaparecer a hurtadillas.

—¡¿Y a quien coño le importa ese tío?! —Le preguntó Nestor aún enfurecido—. Es un superidiota federado más, con el único superpoder de dar la chapa. ¿Es que no tienes cerebro?

—¡Cállate la boca, y no te atrevas a blasfemar ante una diosa, maldito mortal! —Le advirtió FukBoy, dejándolos a todos estupefactos, especialmente a Velaska, mientras que aprieta con fuerza el ojete, procurando no cagarse encima.

Nestor le arrojó la mirada más cruda el que mulato había visto en toda su vida. Se acercó a él, y lo mandó a volar de un chorlito, clavándolo sobre la fría piedra de la muralla, muy cerca de donde HiperMan había estrellado el robótico cuerpo de HoodMan, quien también permanece allí clavado.

Desde su posición, Nestor observó al joven mulato, manteniendo una mirada de puro desprecio. —¿Por qué no se ha muerto?

Entonces apareció Nodens.

—Tengo un asunto pendiente con ManInTheHood —les mencionó a los hermanos—. Me han dicho que está por aquí cerca.

El aparentemente joven del cabello anaranjado señaló hacia donde había quedado clavado, antes de desplegar unas alas moradas que agitó para marcharse de allí, segundos antes de que Velaska hiciera lo propio con su blanquecino veneno, dejándole un guiño al heroico joven mulato, antes de marcharse volando. Nodens caminó hasta la muralla y ayudó al ciborg a despegarse de ella, entregándole después una carta.

—Gracias Rayo —le dijo el hombre de la capucha, antes de tomar el sobre—. ¿De qué se trata?

—ManHood, sabes que me llamo Nodens, no me hagas repetírtelo. Es para el electromante de tu grupo federado.

—Ahora me llamo HoodMan. ¿Para Chispitas? ¿Se ha vuelto a desmadrar tu viejo?

—Sí, algo así, ¿Chispitas? Tenía entendido que se llamaba Fusible. Deja ya de cambiarte el nombre, y sobre todo, deja de cambiárselo a los demás.

—No te prometo nada.

—Procura al menos que se presente.

—No te preocupes, irá. ¿Y por qué no te llevas también a este? —Le preguntó, mirando a su atolondrado pupilo.

—Su poder no está clasificado en las hojas de la federación. ¿Qué hace?

—Plagia los poderes de otros. Te servirá.

—Está bien —le aseguró, antes de desplegar sus alas dracónidas de negras escamas—. Al menos cuento con que no estorbe demasiado.

En cuanto se marchó de allí, HoodMan posó la mirada sobre su joven aprendiz. —Tío, estamos en la mierda. Tenemos que ponernos las pilas.

—Ya te digo… —le contestó el muchacho, aún clavado a la pared.

Mientras tanto, la batería de del walkman de BigNigga se agotó, sacándolo de su ensimismamiento.

—Parece que se han ido todos… —susurró aliviado—. Al fin algo de paz.

—Yo sigo aquí —susurró la ladronzuela de negro cabello a su espalda.

—¿Qué? ¿La ladrona? ¡¿Pero dónde está mi techo?!


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