La Guerra

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Los batallones del Norte estaban desplegados. Ocupaban gran parte del extremo oriental del valle. Por delante, en primera línea se veía al batallón de los fieros Forjadores con su generala Ferritina a la cabeza en perfecta formación. Sus corazas brillaban de tan pulidas que estaban. Portaban todo tipo de armas metálicas. Aquellos cinco mil hombres y mujeres representaban a lo mejor del ejército. Los héroes de la Patria. Les seguían en perfecta sintonía quince batallones más, especializados en las más diversas facetas de la guerra.

En la parte occidental se encontraba el ejército del Sur, de muy parecidas condiciones en cuanto a efectivos y maquinaria. Destacaba en primera línea el batallón de los Hombres-Piedra. Soldados de dos metros o más de estatura, entrenados en la fuerza física con una maza de piedra indestructible de unos cincuenta kilos. Al frente iba la generala Marmolina, dura donde las haya.

Los ejércitos estabas dispuestos al cien por cien. Sólo cabía esperar. 

Pasaron unos momentos y empezó a divisarse una luz entre dos montañas. Parecía que el Señor de la Luz aparecería por allí. Todos miraron en la misma dirección, la luz se incremento y un ser luminoso apareció cabalgando seguido de unos miles de personas. 

Se instalaron entre los dos ejércitos y enviaron grupos de supervisores a todos los batallones de ambos bandos. El Señor de la Luz mandó llamar a los magos del espacio para un reconocimiento de las posiciones desde una perspectiva aérea. Enviaron a los halcones del desierto y a través de su visión los magos tomaron nota e hicieron planos para el Señor.

Cuando toda la información fue recopilada, se llamaron a los gobernantes de ambos ejércitos y se les informó del veredicto de la No-Batalla.

Esta vez el ejército del Sur había ganado la guerra. Pero gracias a la intervención del Señor de la Luz, la civilización se había evitado el sufrimiento y el dolor de unos cien mil muertos de la Sí-Batalla.

Por favor Señor de la Luz, ven a nuestro tiempo a poner orden en la conciencia de estos descerebrados.

¡No a la guerra!

 


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