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Siempre son pájaros.
En las tardes que compartíamos; tú, enseñándome todos sus nombres, inventándotelos incluso, y yo, que solo te miraba embelesada. Son pájaros en el jardín del comedor, su canto en los desayunos de primavera. Es un gorrión escondido en mis poemas.
Pájaros en la obsesión de Elena, en tus mirlos y frailecillos. Una paloma en mi alféizar, y urracas en la azotea. Es un pájaro el que ahora me mira fijamente, cuando me doy cuenta de que, sin saber muy bien cómo, me he vuelto a enamorar. De que siempre eres tú.
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