Tenía una casa grande y bella, las paredes eran acuarios de diferentes azules y verdes, entre ellos una gran ventana que se abría ante la fría ciudad. Al lado derecho de la cama descansaba un pequeño mar; cientos de plantas colgaban del techo y se enredaban entre objetos, macetas y cristales.
Llevaba una vida tranquila, sin precipitaciones y desengaños, sólo una imagen volaba entre los seres incrédulos que pasaban por allí. Durante el día, el vientre de la mujer crecía de una forma desbordante y quienes escudriñaban tras las puertas semiabiertas, descubrían al anochecer el mismo vientre totalmente liso.
Nadie podía explicar el mundo fecundo de aquella extraña mujer y cada día crecían las dudas entre los habitantes de la ciudad, mientras tanto, ella, la de largos y rizados cabellos, limpiaba la casa, caía agua de más y las baldosas parecían ríos.
El vientre de tantas dudas crecía con la luz del sol y se ocultaba al llegar la noche. Se hacía estrella como el de cualquier madre y desfallecía en medio de la oscuridad siempre que daba a luz.
Así vivió hasta la muerte, día en el cual, niños, hombres y mujeres, en medio del asombro descubrieron un hermoso delfín que jugaba en aquella, su casa y dicen que la mujer era su madre. De día lo acomodaba en su cuerpo esbelto para protegerlo y al anochecer, paría sin dolor para que habitara las aguas.
Ha pasado algún tiempo, algunos dicen que de día el delfín tiene un gran vientre y cuando llegan las horas de las tinieblas, el mismo vientre desfallece.
tomado de: sueños para un buen dormir
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