Y yo me iré fabulosamente nostálgico, respirando la libertad de la carne y exhalando grisáceas nieblas agitadas: coleccionando canciones maltrechas, canciones lúgubres entre sombras insospechadas—con la poca tinta que recorre mis venas yo declaró que la muerte en vida me ha tocado, junto al amargo amor que un día incineró mis ansias de luz; atrapado bajo el denso cielo azul de unos pechos dulces que tremendamente recuerdo confortables, buscando el insaciable aroma de un simple ¡cuándo!.
Me iré frenético hermano, con un áspero atardecer casi rojizo, atormentado y destruido, mirando el calendario y tachando ávido cualquier jueves de Mayo: con la noche negra que espera el horrendo aroma de mi placentera muerte; arropado con el turbio y frío mirar de esos ojos que ya no me miran, con lo tibio de esas manos hermosas que recuerdo untando sendos pétalos transparentes de mis posibles heridas.
¡Oh mi hermano! Cuándo aceptaré la estrecha sombra insolente del desprecio ¡cuándo! ¿Será cuando por fin logré ser lo bastante heroico? Nostálgico me digo, con el último aliento del recuerdo que tan bien me parece. Para que luego se posen los pájaros impostores, con expresiones blasfemas cantando cerca de cualquier grieta de mi triste lápida: como cuerdas que rasgan las venas. ¿Cuándo esas nostalgias atraparán el color negro que quiero? La libertad que quiero...
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