Dios

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Dios está llorando, y no sé qué hacer para que se detenga. Los últimos vestigios de mi alma yacen en tú vientre incrustado de plegarias. Falacias que afirman las desgracias que por ti se han vuelto reales. Si creo en ti, es por la ascendencia tan rara que he obtenido. Pero de tu sangre yo no confió, mas entiendo tus primordiales conflictos para conmigo.

Dios, si realmente hablas una lengua que entienda, hazme saber el significado de la vida; no encuentro aún la armoniosa seguridad de seguir con vida. Las catástrofes que rondan tu cuerpo se manifiesten en mí de modo no irónico. Lo comprendes, ¿verdad?

Dios, la macabra sensación de la flor de loto al marchitarse luego de un tiempo, reafirma mi teoría casi atea de que no existes. De otra forma, ¿cómo un ente todopoderoso podría marchitar una flor de loto? ¿Acaso tu benevolencia plena en términos de nitidez? ¿Qué puedo hacer para dejar de verte llorar?

Contracciones me duermen sin medio de armonía, mientras la melancolía patea a mi puerta, llama a mi ventana, resguardo tu plenitud en goce de mi alma. Oh Dios, si me escuchas, óyeme latir, el corazón ignora tu rechazo, y te ha visto partir.


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