Volví del trabajo y encontré el piso como siempre.
Vacío.
Estaba solo, una soledad que ya se contaba en años. Al principio pensé que la soledad no estaba tan mal, creí que estar solo era ser libre. Las tardes lluviosas, lejos de llenarme de amargura, me mostraban belleza. Los libros me hacían compañía.
Y sin embargo me faltaba algo.
Y un día, sentí que me faltaba todo.
Así que venciendo mis prejuicios me compré un humanoide.
ANA 25. Un nombre, unas siglas, un número.
El robot era hiper-realista. El rostro personalizado era único, el cuerpo, la piel, el tacto.
Recibí el código de activación.
Solo tenía que leerlo en voz alta y aquella criatura despertaría y se convertiría en... ¿en qué? ¿en mi compañera? ¿en mi esclava? Los robots estaban diseñados para obedecer y satisfacer los deseos de los usuarios. ¿Eso es lo que quería?
Mire su rostro, era bella. Quizás demasiado bella para mí.
Me entró miedo.
Había leído en algún sitio que aquellos artilugios tenían todo tipo de sistemas para garantizar la seguridad del usuario, que no me haría daño, al menos daño físico.
Leí el código, el timbre de mi voz, previamente codificado se recombinó con los números y la "mujer" abrió los ojos.
Durante unos segundos la mirada ausente, fría, sin vida. Luego, cuando el banco de recuerdos que quizás nunca existieron se instaló por completó, la cosa cambió.
El ser humano que había diseñado eso era un genio. Cada detalle era perfecto.
- Buenos días. - me saludó la chica con una voz de terciopelo.
- Buenos días. - respondí sin poder ocultar mi asombro.
La miré. Su rostro, sus gestos, me resultaban familiares y sin embargo estaba seguro de no conocerla de nada.
Pasamos una hora conversando. Me sentía bien a su lado.
- Escribo libros. - me confesó.
- Espero que no te importe que viva aquí contigo.
El día paso deprisa y la noche llegó sin avisar.
Por un instante dudé. " ¿tendría que apagarla?" Solo el hecho de formular aquella pregunta en mi mente me horrorizó. Ana era mi compañera.
-¿En qué piensas? - me interrogó sentándose a mi lado y sonriendo
Su tono de voz, su presencia y esa sonrisa que solo se encuentra en los sueños me desarmaron.
La besé sin pensarlo.
Su boca sabía bien, sus labios eran suaves al tacto, su saliva real. "Real" pensé maravillado.
Fuimos a la habitación.
Ana movió los labios y dijo algo que no llegué a oir.
El mundo a mi alrededor se volvió borroso y mis ojos perdieron toda expresión.
Luego una voz programada salió de alguna parte de mi cuerpo.
- J.O.S.E desconectado. -
Pero yo no oí esa voz.
*********
EPÍLOGO
Ana terminó de escribir el relato poniendo la palabra fin.
Dirigió una última mirada al prototipo y apagó la luz.
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