Ya hace más de un año cuando tus últimas palabras se perdieron con el viento. Ya hace más de un año cuando te miré a los ojos por última vez, sin saber realmente lo que nos aguardaba el destino.
Ya hace más de un año que te perdí la pista. Hace más de un año que ni siquiera sé quien soy.
Ahora que siempre es de noche para ti.
Ahora, que te recuerdo borrosa y que has dejado de sentir. Tus abrazos siguen calentándome y tus palabras me persiguen allá a donde voy.
Tu voz resuena en mi mente como un recuerdo lejano, como eco en una cueva, como si todavía estuvieras aquí, como si solamente te hubieras marchado por pocas semanas. Sé de sobra que no es así, y aunque te haya perdido, sigo teniendo consciencia, a cada segundo que pasa se me hacen décadas.
Ahora, que nunca más podremos cantar juntas nuestra canción. No importa, yo lo haré por ti, iré todos los días a tu tumba y la tararearé, dejaré un ramo de rosas rojas, tus preferidas, y te dejaré también nuestros álbumes de fotos. Nunca olvidaré nuestra última foto juntas, allí, en la playa, justo antes de morir. ¿Cómo iba a saber yo que ese sería tu último suspiro? Yo era pequeña, no mucho menos que ahora, pero si hubiera sabido que ese sería nuestro último momento juntas
Nuestra canción se desvanece en el aire, tu respiración disminuye y el corazón que te mantiene aún con vida se apaga. Todo es oscuridad. Ahora que siempre es de noche para ti. Ahora que nunca volveremos a vernos, no en esta vida.
Ahora que los te quiero se los lleva el viento. Ahora, que lo único realmente importante es el recuerdo. Es lo único que nos queda. Esa luz al final del túnel que nos refresca la memoria, que nos trae una brisa fresca y relajante, que nos trae la paz, a pesar de que tú ya no estés aquí.
No te alejes. Abre los ojos. Resiste.
Siento que tu última visión del mundo, de mi misma, fue verme correr como una cobarde. Te quise ayudar, de verdad que lo intenté, pero el miedo me paralizaba. Cuando te hundiste, pidiendo ayuda bajo las olas, supe que tu corazón no tardaría en dejar de latir, supe que era una cobarde, supe que el cielo no tardaría en nublarse.
Tenía razón. El cielo de mi corazón ya estaba nublado, y yo ya no te veía bajo el agua.
Solo tenías doce años y ahora, por mi culpa, no llegarás nunca a los trece.
Culpable. El reloj se había parado justo a las 8:30, ya lejos de la costa me hacía a la idea de que nunca volverás a ver la luz, nunca volverás a abrir los ojos.
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