Aquel domingo por la mañana amaneció con un sol blanquecino que desprendía un calor pegajoso a causa de la humedad que fluctuaba en el ambiente y Enrique el primo de isabel, que vivía en una casa de planta baja frente a la iglesia hizo un abundante desayuno. Tomó varias rebanadas de pan untadas con tomte acompañadas con una butifarra negra - una especie de salchica de la región-, puesto que aquella localidad tenía fama de elaborar buenos embutidos; y un buen tazón de sopas de café con leche. Y como no tenían un lavabo, pues el retrete se hallaba en un cuartucho fuera de la casa, el comensal se lavó los pies y la cara en una palangana en la cocina. Posteriormente a la hora del almuerzo se zamparía un buen plato de manitas de cerdo con salsa. En aquellos tiempos quienes podían, eran capaces de hacer grandes comilonas pero como la gente no iba demasiado al médico a controlarse su presión arterial, era frecuente que muchos sujetos muriesen de repente de una aplopejía.
Al medio día como era la costumbre todo el mundo iba a la iglesa a oir misa, que a veces se hacía interminable por lo que los feligreses acababan bostezando, tosiendo, y mirando a un lado y a otro ya que nadie prestaba atención al ritual. Mas quien se negaba a ir al acto religioso era considerado casi un ateo y era criticado ferozmente por la sociedad. De la doctrina de la iglesia emanaba una tan absurda como estricta moral ortodoxa, tradicional que era asumida por todo el mundo.
La familia Rius, como todos los demás también asistió al acto religioso, y cuando salieron del templo Isabel se encontró casualmente con su vieja amiga Victoria que había sido una compañera en la escuela. Esta era una mujer alta y rubia; con una mirada azul perdida en el infinito, y con una entristecida expresión.
-¡Victoria, que gusto volver a verte! - la saludó Isabel con alegría. Pues ella desde que era madre de familia le había perdido el rastro - ¿También veraneáis aquí?
- Sí...Yo también me alegro de verte - respondió Victoria sin ningún énfasis de entusiasmo.
- Me han dicho que te has casado. ¿No es así?
- Sí, sí... Pero ahora todo el mundo me mira, me critica - expresó Victoria fuera de sí.
- ¿Pero qué dices mujer? ¿Por qué te critican?
- Porque yo no soy una mujer como las demás.
- ¿Es que no eres feliz en tu matrimonio? - inquirió asombrada Isabel.
-¡Ja! Mi matrimonio... - dijo con sorna Victoria-. ¿Quién lo iba a decir? ¡No sabes la suerte que has tenido con tu marido! En cambio mi marido y yo somos como hermanos - añadió ella en voz baja para que no la oyera nadie.
- ¿Cómo?
- Que él no me toca. No es como los demás hombres. Así que no puedo tener hijos con él. ¿Entiendes? Y por eso la gente me critica. Dicen que la culpa es mía.
En aquellos años, cuando una pareja se casaba, se penaba que una mujer a los seís meses ya debía de estar embarazada. Era lo estipulado. Pero si esto no ocurría es que algo fallaba, y la culpable de l anomalía casi siempre era de la dama. Que ella no era bastante cariñosa, que era estéril, y muchas otras tonterías más que eran fruto de una supina y atrevida ignorancia.
- ¡Pero la culpa es de él; de él y no mía. Mi marido es impotente. Esta es la verdad.
- Bueno mujer. Lo conveniente es que lo vea un médico. A lo mejor se arregla la cosa - le respondió Isabel con toda la lógica del mundo.
- Ya. Eso díselo a mi marido. ¡A ver qué te contesta! - dijo Victoria en un tono histérico.
-¿Y tu hermana Asunción? ¿Cómo está? - le preguntó Isabel cambiando de tema.
-¡Ah esa! Se enamoró de aquel pintor que es un bohemio y con él celebró Pascua antes de Ramos, por lo que ahora esperan un hijo. Y ahora ella se ha ido a Francia con el pintor.
-¡Ooohh! Que disgusto habrán tenido tus padres. Asunción con un pintor bohemio que no tiene dónde caerse muerto - se lamentó Isabel tratando de digerir aquella anticonvencional relación.
En aquel tiempo, debido a la moral religiosa, la expresión "celebrar Pascua antes que Ramos" era un eufemismo que daba a entender que una pareja había copulado antes de pasar por el altar, y se consideraba que era algo terrible y pecaminoso, porque ¿quién podía asegurar que la mujer no se había acostado con alguien más? Pues según que temas sobre todo referentes al sexo no se decían claramente sino que se insinuaban en favor del buen gusto y el avispado interlocutor tenía que saber leer entrelíneas.
- Figúrate. Mi padre dice que Asunción ya no es su hija, y no quiere saber nada de ella. Y con razón - repuso Victoria con desdén-. Mi hermana no tiene un buen partido como el que tienes tú y ya veremos cómo le va. Pasará calamidades.
- No sabes cuánto lo siento.
Para Isabel estaba claro. Su amiga Victoria a causa de la impotencia de su marido y puesto que en aquellos años en España no existía el divorcio, ella se sentía atrapada como en una prisión por lo que psiqicamente se estaba desequilibrando.
Ambas se despidieron con un beso en la mejilla, y Victoria se perdió a lo lejos.
Terminó aquel verano y la familia Rius regresó de nuevo a Barcelona. Lo que ésta no sospechaba era que al cabo de algunos años las costumbres, el modo de vida iba a cambiar radicalmente y la moral de la que aquella famila hacía gala iba a desaparecer totalmente del mapa. Pero más que por las ideas en sí que siguen siendo tan viejas como antaño, aunque con la apariencia de actualidad y por otro lado se sigue siendo tan dogmático e intolerante hacia el diferente como en el pasado, a pesar de todo eso se va abriendo camino una incipiente evolución anímica que discurre en el tiempo de un modo sinuoso; como una montaña rusa, y sobre todo dicha evolución viene dada por el prgreso de la Ciencia y la tecnología, que ya en aquel lejano ayer estaba en ciernes.
-
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales