Lo que pasa en el bar, se queda en el bar.
Por sexgirl
Enviado el 24/07/2013, clasificado en Adultos / eróticos
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Estaba en un bar, borracha. Casi no sabía ni quién era ni dónde vivía. Había bastante gente. Yo estaba sentada en un taburete frente a la barra. La cabeza me latía muy fuerte y en ese momento habría hecho cualquier tontería.
Entonces noté unas manos extrañas en mi muslo. Intenté averiguar de quién eran, pero sólo veía un cúmulo de gente y la cabeza estaba a punto de estallarme. Estaba segura de que si abría la boca, vomitaría. Inevitablemente, las manos se posaron justo encima de mis braguitas. No sabía si era fruto del alcohol, o de la propia excitación, pero me estaba entrando calor. Llevaba tiempo sin hacerlo y casi perdiendo el control sobre mí misma, abrí las piernas más, como invitando a pasar a la persona que me estaba tocando.
Y esa persona lo notó, porque apartó mi braga y empezó a acariciarme de arriba a abajo. Había tanta gente y tanto griterío que ni siquiera se me oía gemir. Movía la cadera de alante a atrás para recibir más placer. Y esa mano extraña metió un dedo y apretó mi clítoris. Estaba ya muy húmeda. Metió dos y luego llegó a tres. Dentro de mí, esa persona movía cada dedo en una dirección, haciéndome casi gritar.
La cabeza me giraba en todas las direcciones, no era consciente de mis actos.
En el taburete, que era bastante grande, me abrí aún más de piernas, pidiendo más mimos.
Pero la mano se alejó. Por un momento pensé que se había acabado, pero no. Un chico de más o menos mi edad se acercó a mí y me puso un dedo en la boca, haciéndome la señal de callar. Se bajó un poco los pantalones, lo justo, e introdujo su pene en mí, haciéndome temblar. Yo no podía moverme, no tenía espacio. Le dejé a él moverse de arriba a abajo y manosear mi clítoris. Justo antes de correrse, se separó de mí y dejó su pene caer al suelo, dejando una mancha blanca y viscosa en la baldosa. Yo me corrí poco después.
Tenía toda mi intimidad manchada de mis propios jugos, y él se agachó. Noté como un grupo de chicos miraban sonriendo, pero me dió exactamente igual. Mi falda estaba ya bastante subida y él empezó a limpiarme todo el fruto de mi orgasmo.
Vi que tenía mis bragas en una mano, no recuerdo cuándo me las quitó, supongo que antes de penetrarme. Me metió las braguitas en el bolso y se marchó dándome un beso en la mejilla. Cuando se fue, el espacio se estrechó más y yo me quedé ahí, sentada, sin a penas ropa interior y realmente, sin saber bien lo que había pasado.
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