La Historia de Pilar y Carlos - Una Aventura de Pareja (1/4)

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La pareja estaba sentada en el pequeño local tomando un café, es un ambiente cálido y acogedor, pero se nota cierta tensión en ellos, como si esperaran algo o a alguien y no estuvieran muy seguros si quedarse o no.

Efectivamente esperaban a alguien, a quien verían ese día por primera vez, aunque ya habían sostenido algunas charlas y lo conocían por una foto que les había enviado.

Pilar bebía su café algo inquieta, es una mujer en sus 40, guapa y alegre, en la que la maternidad ha dejado sus huellas pero que sigue resultando atractiva. Viste un pantalón negro ajustado sin ser exagerado, que resalta sus caderas, que sin embargo a ella no terminan de gustarle, unas botas altas negras y una blusa color salmón, cubierta por un suéter que la protege del frío invernal., por todo adorno una fina cadena delgada de oro y sus anillos de matrimonio y compromiso que brillan en su mano derecha.

Carlos, el esposo de Pilar que ahora la acompaña, es un hombre maduro, piel morena y cabello negro, ya con algunas canas que viste un jean y una camisa, con solamente su reloj y su anillo de matrimonio como adornos.

¿Crees que venga? Pregunta Pilar, moviendo inquieta la pierna ¿Y porque no lo haría?, estaba bastante entusiasmado por conocernos al fin No sé, quizá lo pensó mejor, contesta ella no muy convencida. Mi amor, podemos esperar, o podemos retirarnos, lo sabes, sólo dime lo que quieres

Ella lo miró a los ojos y respirando hondo respondió:

Esperemos, aún no es la hora acordada.

El camino para llegar a esa mesa de un café ha sido largo y no siempre fácil. Empezó hace casi dos años cuando Carlos, una noche tranquila como cualquier otra le dijo a Pilar mientras veían televisión recostados en la cama:

Amor ¿Qué? ¿No te gustaría intentar algo nuevo? ¿Sobre qué? Prestó atención ella poniéndose en guardia de inmediato

Carlos pensó en cambiar el tema, pero ya estaba lanzado y difícilmente se atrevería a hacerlo de nuevo.

En nuestra vida sexual, soltó al fin Yo creo que nos va bien en ese aspecto, ¿o tienes alguna queja? Claro que no, sabes que me encantas y lo pasamos bien ¿Entonces? ¿No te gustaría probar estar con alguien más que yo? ¿Te volviste loco?, respondió agresiva, ¿o es que tú quieres irte con otra mujer? No amor, sólo quiero estar contigo, pero quizá tú quieras probar otro hombre ¿Qué crees que soy yo?, ¿Cómo se te ocurre pedirme eso? Si es algo de común acuerdo no tiene por qué ser malo. Déjame tranquila, estas enfermo.

La conversación se dio por terminada cuando Pilar se metió a la cama y le dio la espalda a su esposo.

Carlos no tuvo más remedio que apagar la televisión y se acostó también, tentó acurrucarse en su esposa quien no hizo un movimiento, por lo que optó por soltarla y disponerse a dormir, aunque como siempre, en algún momento de la noche ella se dio la vuelta y amanecieron abrazados.

Prudentemente Carlos no volvió a tocar el tema por un buen tiempo, insinuando algo de vez en cuando, siempre con la misma reacción.

Él mismo no entendía de donde le había nacido esta idea tan loca, fue algo gradual, quizá algo de curiosidad, siempre le había encantado ver disfrutar a su esposa y evidentemente si era parte del acto, la observación se complica, lo cierto es que adora a su mujer, no la quiere perder ni hacer nada que ponga en riesgo su relación. Siempre ha sido más abierto a experimentar cosas nuevas en el ámbito sexual, al menos teóricamente, pero la idea de permitir que otro hombre tenga un encuentro con ella era bastante extrema, más aún porque él quisiera ser un espectador del hecho.

A Pilar, la propuesta le cayó como un baldazo de agua helada y expresó su enojo por ello. Alguna vez en son de broma había hablado con sus amigas de algún galán de cine o televisión, incluso alguien más cercano, pero todo lo tomaban como una gracia fruto de las bebidas.

Después que Carlos soltara esa bomba en medio de su dormitorio, trató de desechar la idea, pero de cuando en cuando pensaba en eso. ¿Cómo sería tener un encuentro con otra persona?, con su esposo le iba bien y se sentía satisfecha, pero quizá hubiera algo más. También llegaba a su mente la preocupación: Quizá Carlos había propuesto eso a modo de prueba o fruto de la calentura y si ella aceptaba vendrían los reclamos y celos y lo que menos quería eran problemas en su matrimonio. A pesar que confiaba plenamente en su esposo, dudaba de los motivos de esta propuesta, a lo mejor ya se estaba follando a alguna y era su modo de compensar la culpa.

Esto no mejoraba porque de vez en cuando Carlos muy sutilmente movía el tema y recibía la misma reacción, quizá algo atenuada por la insistencia y se iba convirtiendo en una respuesta de rutina más que en una sincera.

En una de esas veces, luego de mucho tiempo, se animó a repreguntar

¿Por qué quieres que haga eso? ¿Acaso tú ya tienes a otra? Sabes que no tengo a nadie ¿Entonces a que viene esto? Me encantas, me gusta verte, me gusta ver cuando gozas Puedes hacerlo cuando tenemos sexo No es lo mismo, lo imagino como si fuera una película sólo para mí y tú eres la estrella. No digas estupideces, respondió Pilar, pero sin poder evitar una sonrisa.

El tema quedaba en el limbo por mucho tiempo, ocupados en sus cosas, los hijos, etc., y en su activa vida sexual, que no se había visto afectada ni por la propuesta, ni por el tiempo juntos.

En otra oportunidad que aparecía el tema, el rechazo era menor y seguían las preguntas

Tú dices eso, pero seguro te pones celoso y arruinamos nuestro matrimonio. Créeme que estoy muy seguro de lo que te pido, pero estoy consciente que una cosa es imaginarlo y otra muy diferente hacerlo, pero si algo me llegara a incomodar, tengo clarísimo que fui yo el de la idea y no habrán reclamos.

Carlos veía estas preguntas que aparecían como un buen indicio que le daba esperanza, aunque no presionaba demasiado, amaba demasiado a su esposa para arriesgar perderla por algo así, prefería quedarse sin cumplir ese deseo.

El tiempo pasaba y su vida continuaba sin contratiempos y Carlos se vio sorprendido cuando una vez fue ella la que tocó el tema

Y en eso que me pides ¿tú también quieres estar con una mujer? ¿Cómo un intercambio de parejas? No amor, ya te dije, quiero verte, estar ahí mirando como disfrutas Yo no quiero que me toque otra mujer Ya te dije que no, sólo tú, quien tu elijas y yo mirando, sin acercarme ¿Y si mejor te quedas fuera? Preguntó sonriente Si es la condición para que luego me des gusto, aceptaría

En otra ocasión, viendo un video para adultos, cosa que rara vez hacía, ella comentó

Yo no me parezco ni de cerca a esas mujeres, ¿tú crees que alguien estaría conmigo? Tu eres preciosa, me encantas y me pareces más excitante que esas chicas Eso dices tú, pero hablo de los demás No es posible que yo sea el único en el mundo al que mujeres como tú le guste, no todos queremos modelos esqueléticas o llenas de siliconas.

Al escuchar esto, Pilar lo miraba con dudas, aunque contenta porque sabía que efectivamente su marido estaba cautivado por sus encantos.

Un día, Carlos volvió a la carga, ya casi sin esperanzas, han pasado casi dos años desde su primera petición sin resultados positivos, por lo que ya es más una costumbre que una sincera esperanza de conseguir resultados.

Está bien, fue la respuesta de Pilar ¿Qué dijiste?, preguntó incrédulo Carlos Dije que está bien, fue la hosca respuesta, aunque en el fondo se arrepintió de sus palabras apenas las pronunció, si consigues alguien pasable y que esté dispuesto, lo haremos. Estoy seguro que encontraremos a alguien a tu gusto No sé si haya gente con las mismas ideas que tú.

Carlos le mostró el mundo que había explorado en todo este tiempo, foros, anuncios, chats, todos sobre el mismo tema, casi todos haciendo hincapié que lo que se busca es gente “normal” no modelos superdotados

Ella miraba y leía los comentarios cuando él empezó a escribir, incluso dio sugerencias para describirla de la mejor manera, y leyendo los comentarios que hacían.

Algunos eran estúpidos, otros francamente ofensivos, pero algunos eran interesantes, incluso hasta excitantes. Carlos ponía las condiciones que habían acordado claramente, hombres maduros, de preferencia profesionales, altos y sobre todo muy discretos.

Hasta se animó a permitir que se mostrara alguna foto y ver alguna foto de los “candidatos”.

Así se pasaron días y semanas, curioseando, mirando, animándose y desanimándose. Carlos no presionaba ni apuraba las cosas por temor a que se arrepintiera.


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