La casa de un hombre es su castillo, dice un dicho español que vimos en algunas caricaturas cuando éramos chicos, en México no se aplica tanto, porque el castillo del hombre también es el de la señora, de los dos, tres, cinco hijos, de la suegra, el tío, el abuelo, las mascotas, las plantas de asolear, y hasta de las cucarachas, así a los mexicanos, ni el Castillo de Chapultepec nos alcanza para casa. Hablando de las casas de interés social, estas también son mansiones para algunos porque las transforman en hogar, oficina, gimnasio, salón de fiesta, taller y lo que se ocurra y se necesite. La creatividad y los caprichos de la gente son grandes, a pesar que los terrenos son pequeños, los dueños las transforman en algo cómodo y funcional, en donde todo cabe.
Hay una historia que cuenta que las casas de interés social, pequeñas por definición, son tan chiquitas que si tienes el cuadro de la última cena tienes que mandar a 4 apóstoles con el vecino porque no entran todos.
El vivir en casas muy pequeñas y juntas crea muy frecuentemente conflictos con los vecinos, tienes que tomarte las cosas con calma, hay muchos roces que se provocan al vivir tan cerca unos de otros, simplemente a la hora de llegar a tu casita y querer estacionarte, te topas muy seguido con que te han tapado tu espacio de estacionamiento y esto causa molestias, vienes cansado y te enoja que las personas no respeten, y por no querer caminar ni tantito para estacionarse, es una falta de respeto total, las personas no obedecen las señalización que pueda estar en la reja de tu casa de no estacionarse, son conchudas, siempre con la barra de que solo iba a recoger una cosita, no iban a tardar.
Una cosa que me pasó en una de las casitas en que viví, que a los vecinos de enfrente no les importaba el volumen de su música y aparte se ponían a cantar, según la vecina que se sentía diva, desafinaba como la artista Marisela, esto era muy molesto, porque además en esa época teníamos a los niños chiquitos y se despertaban con el escándalo, las ventanas no las podía cerrar para aislar el ruido por el intenso calor. Varias ocasiones le fui a pedir de favor que le bajara al volumen, pero parecía que le había pedido lo contrario. Desde entonces oigo una canción de Marisela y la odio porque me acuerdo de la méndiga vecina ruidosa, a quien acá entre nos, cariñosamente apodábamos Doña Pelos.
En una ocasión fui a cobrar una deuda que me debían y no tuve más remedio que tomar a cuenta de pago un horno de microondas que tenía la persona que me debía, esta persona vivía en unos departamentos de varios pisos, con 4 casitas por piso, compartían las escaleras y los descansos de las escaleras, pero a lo que voy es que me llevé el dichoso horno diciendo “de lo perdido lo que te encuentres”, no contaba que el horno estaba infectado de cucarachitas chiquitas, esas que son sumamente difíciles de erradicar, entonces para no arriesgarme a meter la plaga a mi casita, lo fui a vender inmediatamente a una tienda de empeño. Pensé después si el horno estaba lleno de cucarachas muy posiblemente al estar viviendo con las casas tan juntas se pasan de una casa a otra, que por más limpio que seas, si el vecino es un cochinote como mi deudor, se van a pasar todos los cucarachos a los otros vecinos, que horror.
Un amigo que vivía en Monterrey, ciudad vecina, tenía un departamento muy bonito que estaba en un edificio de varios pisos, cada departamento ocupaba todo un piso, un día fui a visitarlo y me invitó a quedarme a dormir para no arriesgarme a regresar hasta mi casa en la noche, una porque el alcoholímetro, aunque en verdad no había tomado tanto pero ya ves que las multas están por los cielos entonces para que buscarle 3 pies al gato sabiendo que tiene 4, creo... Al irme a dormir pude oír que llegaba el vecino del departamento de arriba, podía oír sus pasos taconeando, puse atención y luego como que oí que se estaba quitando las botas porque se oyó que aventó la primera bota, entonces estaba pendiente cuando iba a aventar la segunda, estaba con la incógnita durante buen rato antes de dormir.
Una noche cuando vivíamos en otra casa pequeña, cuando estaba recién casado, tenía la casita la peculiaridad que era la misma pared para dos casas, no sé si me explico, la pared de mi cuarto era la misma pared de la escalera del vecino. Entonces les cuento que una noche los vecinos contiguos se dieron un agarrón infernal por una supuesta infidelidad de la vecina, empezaron los gritos, a quebrar cosas de vidrio, podía hasta oír golpes a las paredes, se oía perfectamente la pelea matrimonial, pensé: mejor salirnos, no vaya a dispararle el hombre en un momento de locura a su mujer y como está tan delgada la pared nos toque a nosotros, sin querer queriendo como dijo el Chavo del 8, nos salimos a dar una vuelta en la camioneta mientras se calmaban las aguas del pleito, regresamos un hora después y estaba ya todo calmado, no pude dormir bien por la preocupación del pleito y que la pareja tenía una niña como de 8 años, ¿que habrá visto la niña? pensaba. En la mañana como a las 7:30 am oí ruido y me fui a asomar a la ventana en forma discreta para ver cómo iban subiéndose a su carro la familia del pleito, pero muchas veces pasa salieron muy abrazados y contentos, chingao… ¡yo con la angustia toda la méndiga noche!.
Les platico porque a pesar de que teníamos una casita muy chica, mi esposa quería tener una persona que le ayudara a limpiar y a las demás actividades de la casa. Contrató a una jovencita muy delgada que vivía muy lejos de nuestra casita, por tanto tenía que caminar mucho para tomar el camión del transporte, ese lunes la jovencita nos confesó después que tenía un día entero sin comer, entonces quiso hacer el recorrido habitual para llegar a la casita y que se desmayó entrando, por falta de comida, mi esposa estaba embarazada de 8 meses, no sabía qué hacer, fue corriendo con la vecina de enfrente, una señora que era enfermera jubilada y le ayudo a reanimar a la jovencita, por eso dijo que tiene también sus cosas buenas estar cerca de la gente.
Otra de las anécdotas, cuando todavía estaba el teléfono fijo, contestaba la niña, le preguntaban por su mamá y decía déjeme ver si está…, que irrisoria porque donde te parares en este tipo de casa ves toda la casa. ¿Quién pudiera tener una casita chiquita, como la que cantaba Oscar Chávez, con jardines, alberquita y calefacción central?, a lo mejor en otra vida.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales