COMPARACIONES ABSURDAS
Por franciscomiralles
Enviado el 08/10/2022, clasificado en Reflexiones
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Conozco a una mujer muy altiva que constantemente por cualquier motivo doméstico no hace más que repetirme que ella es mejor de lo que eran su abuela o su madre.
El hecho de que a una persona o a una situación de un pasado histórico se le atribuya un sentido actual como mucha gente suele hacer de un modo tan irreflexivo, no es sólo un error de cálculo sino que demuestra ser de una gran ignorancia supina. Es decir de una ignorancia alimentada por una insolente estupidez sobre las épocas historicas anteriores por las que el ser humano ha pasado y en las que se ha educado, y es negarle asimismo su derecho a su razón de ser. Pues la Historia es un camino en el que todo cambia y que la Humanidad experimenta a lo largo del tiempo su hondura vital, por lo que está fuera de lugar juzgar a nadie a la ligera de otros comportamientos que ahora están en deshuso. Esto se ve claramente en el Arte. Por ejemplo podemos admirar un cuadro de Goya que nos evoca otra época, pero es evidente que ya no se pinta así; o leemos un libro clásico como El Quijote, mas aunque el modelo literario sigue vivo en nuestro ánimo tampoco nadie habla o escribe como en el siglo XVl. Esta mujer que se compara con sus allegados ignora por pura frivolidad que cada persona sea buena o mala es hija de su tiempo, y aunque la naturaleza del ser humano siempre ha sido la misma; con sus anhelos, sus logros y sus reveses, ésta siempre ha estado condicionada por un contexto histórico determinado marcado por unas cotumbres; un estilo de vida fomentado la mayoría de las veces por el poder dominante. No es lo mismo una familia de principios del siglo XX en la que planeaba una rígida tradición eclesiástica y paternal en la sociedad heredada de la Edad Media con resabios imperialistas - siempre con sus más y sus menos-, que una familia actual que está influida por la confusión tanto politica como laboral y sentimental en la que las viejas tradiciones del pasado se han hundido en el baúl de los trastos viejos y no se sabe en qué creer. En la época de nuestros antepasados, la gente a tenor de un vago instinto religioso, y a pesar de decantase por un incipiente pensamiento científico relacionado con la salud dado que en un ayer mucha gente moría como moscas a causa de las enfermedades infecciosas, solía ser bastante dogmática y muy ortodoxa en sus ideas; era a su vez muy intolerante con otras tendencias sexuales que estuviesen fuera de lo tradicionalmente establecido. Por otra parte podía ocurrir que un sujeto muy conservador al ver instaurarse en su pais un régimen político en el que gobernara el Socialismo cayera gravemente enfermo de aplopegia como le sucedió a mi bisabuelo; pero otro tanto se cocía a la inversa. Había una fobia enfermiza hacia quién se declarse un ferviente devoto de la iglesia católica que podía ser asesinado por los izquierdista. En ambos casos lo que se pretendía era dominar al personal ya que en el fondo tanto de un color como de otro, todo era fruto de un estado de un exacerbado ánimo narcisista que prescindia del verdadero factor humano; o se valía de él para poderlo dominar.
Sin embargo esta mujer que se compara con su madre, sigue siendo tan egocéntrica como la gente de antaño pero de un modo diferente al estar más centrada en sí misma; en su ámbito privado que en unos vaporosos ideales, y por tanto ella no percibe que dentro de los limites de una época sus allegados vivían como siempre se ha hecho, como podian dentro del marco en el que ellos se podian mover. Pues en realidad todo depende de lo que una pesona es capaz de dar de sí y lo demás es un añadido.
Sin embargo desde hace años en los medios de comunicación no dejan de atosigarnos con una memoría histórica diseñada por los políticos en la que se nos habla sin cesar de la Guerra Civil y de la dictadura franquista, como si la población hubiese estado desde entonces en la Resistencia y todavía siguiera instalada en ella, cuando esto no era exactamente así. La verdad era que una inmensa mayoría gente común, salvo los estudiantes de muchas Universidades, se había adapado a aquel sistema; incluso lo admiraba y estaba deslumbrada por el culto a la jerarquía que nunca ha dejado de existir, y porque se asociaba a la mano dura que era sinónimo de autoridad. Pero sobre todo cuando a principios de los años 60 mi país empezó a levantar cabeza económicamente en gran parte gracias al turismo extranjero y a una gran cantidad de mano de obra que emigró a otros paises de Europa lo que permitió equilibrar la balanza economía. Era como si el dictador tueviese una varita mágica que llevase a los hogares el bienestar.
Se dice que esta reiteración de hablar tanto de aquel fenecido régimen politico se debe también a que los que mandan en la actualidad se comparan constanemente con aquel tiránico sistema, cuando hace más de curenta años que este ya no existe. Es como si intentaran decirnos que gracias a ellos las cosas ahora están mejor que en aquel entonces: o dicho de otra manera: nuestros políticos se inflaman de orgullo a costa de los mandatarios de antes, por lo que manipulan descaradamente a la Historia a su antojo. Y a mi juicio esto constituye un insulto a la inteligencia de la población porque es como si ellos dijeran con un solapado metalenguaje: "El hombre medio no tiene un criterio formado, y nosotros mediante una feroz propaganda les diremos lo que tiene que pensar."
A mí no me cabe la menor duda que la clase politica de ahora hace igual que la mujer que se compara con su famiia desaparecida para decir que ella es la mejor, y echa en la cuneta una cosa muy importante para poder comprender el por qué de un modo de ser social. Se trata del contexto histórico en el que el ser humano se ha desenvuelto y no todo da igual. Pues ahora se actua como unos desdeñosos grattifiqueros que ensucian la fachada de un monumento historico porque para ellos la Historia en si misma carece de significado; no cuenta para nada, lo cual es un reflejo de una falta de amor propio; y de una decadencia animica sin precedentes que se tranfiere a todo lo demás.
FRANCESC MIRALLES
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