Lengua francesa (I)

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Ha pasado mucho tiempo desde que mi mano vuelve a la pluma, desde que mi carne y espíritu se transfiguraron en deseo. Después de una triste relación fallida y aventuras mediocres mi ser deambula por la ciudad de la furia, sin un puto duro, trabajo ni motivación. No obstante, mi madre aún apuesta por mí y mi educación.

Es así que por impulso de cambio y ansia de oportunidad ingresé a una academia de francés para iniciar de cero el aprendizaje de esa lengua cada fin de semana durante tres meses. Recuerdo que la primera sesión fue muy amena dentro de lo que podía esperar; verme a mí mismo llegando a los treinta sentado junto a niños que iban desde catorce a veinte años a lo sumo pudo intimidar mi autoestima durante algo más de diez minutos; luego a eso, nada importaba más que hacer aquello a lo que iba. Mentiría si dijese que no me hice ilusiones con la profesora; cuyo nombre en la lista me inspiraba cierto morbo por sonar joven y fogoso, los nombres tienen cierta magia en mi capaz de avivar mucha expectación, por ejemplo; para mi caso particular no he conocido de hasta hoy alguna Laura que no juegue con mis sentidos o deseo, pareciese como si el solo nombre fuese una garantía, si bien no de placer desenfrenado; al menos de cierta filia, de comida para el ojo. Retomando este relato, la profesora no era una Laura, pero tenía un nombre hermoso que no viene al caso; si bien en base a a mis observaciones podría describirla como una mujer muy vital y entusiasta ya estaba entrada en años. Disfruto de contemplar un fruto maduro, pero este no fue el caso, simplemente no conectamos.

Respecto a las estudiantes más señoritas no me hice muchas fantasías, eran bellas indiscutiblemente; carne joven y tierna pero sus formas de vestir y apariencia en general me daba indicios de niñez latente, por lo que procedí con cautela, con cada conversación que tuve con ellas durante la clase ya podía afirmarlo. Así culminó la primera clase de francés, sin pena ni gloria en tanto la cuestión social, pero por supuesto, muchas lecciones de la lengua.

Para la segunda clase iba tarde, me había desvelado la noche anterior viendo una serie. Ya estaba de entrada al edificio y llevaba diez minutos de retraso cuando llego una chica en una pequeña scooter agua marina y blanco, no puede detallarla por mi afán y el casco que llevaba puesto cuya visera apenas descubría sus ojos.

- ¡Hola!¿Vas al primer nivel de francés? Me preguntó con vos agitada no sé por qué, llegaba tarde igual que yo, pero llegaba en su moto.

- Hola, por supuesto, pero hay varios grupos, tal vez el vigilante te pueda asesorar mejor. Respondí amable pero tajante, no podía inventarme información que desconocía tratando de ayudar a alguien y dejando de lado mi clase.

- Oki, respondió ella de forma amistosa.

Llegué al salón, la clase ya había iniciado por lo que me senté en las sillas libres junto a la puerta para no interrumpir a la profesora, la lección de ese día era las profesiones en francés, un tema no muy agradable para mí por la cuestión del laburo. Uno por uno debíamos presentarnos y hablar de nuestra profesión o de lo que queríamos ser en el caso de los alumnos más jóvenes, al escucharlos me calmaba; recién aprendíamos la lengua y aunque superficialmente pude leer en aquel ambiente posturas poco reflexivas y resueltas de todos los alumnos a estudiar lo que dicta el mercado como la programación y los sistemas o en su defecto estar estudiando estas disciplinas en el caso de los más grandes, también pude notar un leve aire de optimismo al cual no soy ajeno.

Habíamos terminado la actividad cuando unos golpes llamaron a la puerta la cual abrí al estar más cerca; era la chica del scooter, con su casco en una mano y su bolso en la otra volvió a saludarme tan entusiasta como cuando nos vimos en la entrada de la academia.

- Buenos días, me llamo Sarah y me acabo de inscribir al curso, lo estaba estudiando hace algún tiempo, pero...Poco a poco cambio del español a un francés tosco pero versátil.

- Entiendo, busca asiento; indicó la profesora para proseguir con la clase.

Entonces noté que avanzó y se me quedó viendo; se sentó junto a mi. El tema que seguía eran las preposiciones de lugar.

La profesora explicaba el tema con mucha gracia y paciencia, yo atendía y preguntaba, Sarah también participaba, en esta clase ella era como un pez en el agua al que yo miraba de soslayo en cada intervención. Vestía con un pantalón negro apretado algo gastado, botas cortas y chaleco de jean el cual le daba un aspecto de nena rockera; su piel bronceada se adornaba con varias frases tatuadas en inglés a lo largo de sus brazos, el cabello castaño liso suficientemente largo para pasar de los hombros y una silueta de cuerpo promedio rematada por unos pechos algo más grandes de lo normal daba forma a su figura, no abusaba de maquillaje en su rostro pero era suficientemente vanidosa para usarlo en el contorno de sus ojos cafés, que en conjunto a la extraña expresión que formaba su nariz recta y bien definida con su boca de labios sencillos transmitía confianza y un no se qué al que al día de hoy no hallo palabras más precisas para definirlo: el morbo más puro.

- ¿Esta profesora es muy buena no te parece? Me preguntó de imprevisto.

- No se sabes, es la única que conozco en el insti, pero hasta el momento ha sido muy atenta con cada duda; Respondí sonriendo mientras pensaba en opciones para prolongar la charla.

- ¿Como fue tu experiencia anterior? Entiendo que habías hecho este curso antes, pero te retiraste.

Esta pregunta fue el detonante para que hablásemos durante el resto de la clase. Sarah tenía veinticuatro años, era contadora y había estado viajando durante todo el año pasado por el mundo, trabajó y estudió un tiempo en Australia por lo que hablaba inglés, conocía algunos países asiáticos y había rematado su viaje en Bélgica donde había conocido a un sujeto con el que mantenía una relación a distancia y estaba próxima a casarse. Su madre había muerto para la época en que hacia el curso anterior; esto, sumado a una experiencia desagradable según ella con el docente de francés de aquella época la terminó afectando. A mi juicio había superado todo muy bien puesto que, mientras la profesora explicaba un ejercicio de ubicación en la ciudad usando las preposiciones de lugar; Sarah me susurraba al oído entre risas y con lujo de detalles los curiosos comentarios acerca del tamaño y la calidad de las vergas negras que había escuchado el curso anterior, cortesía de un salido profesor senegalés.

- ¿Pero acaso no había más estudiantes o el grupo era muy pequeño? Preguntaba yo esta y otras tonterías para prolongar el juego hasta que de pronto, como un trueno la profesora anunció...

Me disculpo de antemano con los lectores, los relatos tienen un límite de extensión en tanto al número de palabras por lo que abre de culminar esta y otras historias en días venideros.


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