Delete, delete, delete.

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He quedado con el transcurrir de los días, como el trozo de galleta pegada en el fondo del vaso, junto con los posos del café, los grumos de azúcar y la leche agria, después de haber sido calentada durante cincuenta segundos de microondas a la máxima potencia.

Después de haber sido una ventana orientada a un vergel de brisas dichosas y sombras frescas que invitan a descansar, soy un espejismo de mí misma, anclada bajo el sol candente de un desierto exótico y lejano; oteo el horizonte más allá de las dunas, y ya no quedan oasis, sólo arenas inhóspitas, carentes del sentido propio y singular que tú le diste a este viaje, que sin muchas dudas, inicié contigo.

Del paradigma más increíble a la paradoja más irónica, del te pienso más de la cuenta, a la borra oscura e insignificante de la esquina, prometiste alboradas dichosas al despuntar el día, y ahora solo encuentro por más que busco, puertas cerradas, aldabas y cerrojos, lenguas heladas y oídos sordos.

Mientras el guardián de la amistad sincera y las esperanzas concretas, me sonríe como diciendo…-  esta vez, como siempre, tampoco aciertas-. No digo nada, sólo observo impasible una tumba abierta.

Has quedado con el transcurrir de los días, como los árboles caducos en invierno, sin follaje que lo cubran, junto a un paraje yermo y desolador; y puedo ver sin disfraces, la madera de la que estás hecho, retorcido y encogido a falta de algo así parecido a la sensibilidad. Si me aproximo mucho, puedo sentir el suceder de la savia por tus venas, lenta y agónica, dando los últimos suspiros.

Mientras el herrero de nuestro pueblo forja sobre el yunque a golpe de martillo, la cruz en hierro que llevará tu nombre junto al“Requiescat in pace”, ni siquiera un sollozo, ni una gota de mi lagrimal seco se derrama… será que nunca te quise tanto, será, será que por mucho que rebusque en mi corazón algún resquicio, no queda nada, ahora sé, que ya no te quiero.

Hoy pienso en todo lo mío y en nada lo tuyo, mientras mi dedo candente  y monótono, palpita y apresura por borrar todas tus palabras, todos tus recuerdos, sabiendo con certeza de que nunca fueron ciertos; aprieto, aprieto, aprieto.

Y sobre la pantalla surge de continuo: “Delete, delete, delete”.


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