Símil

Son similitudes lo que entendemos a la hora de aflorar destinos maquiavelicos imposibles de adquirir. Son necesitados los horrosos caminos de la tentanción, y es comprensible. Pero rara vez nos enfocamos en el destino por medio del final, antes que el inicio que lo decanta. Somos interlocutores de destinos inciertos, pobres y desafloradas almas destinadas a corresponderse, las unas a las otras. Hemos imposibilitado el camino hacia lo común, lo desigual, lo impropio del pensamiento maquiavelico. Somos odiosos a la par de símiles decantaciones de un hierro moldeado a la perfección. 

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La sonrisa de esa pobre alma, dejadez insana de mi olvido, ahora recostada bajo los pliegues de mi almohada, qué tanta falta solía darme, sueña con labertintos mientras que en su ombligo, descansa mi alma. Oh si vieras con horror las atrocidades cometidas por mí, luego de varios intentos tortuosos de encarcelar mi cabeza, la de abajo de mi cuerpo, conviertiendo tus sentimientos en costales y costales de ríos negros, repletos de peces de una tonalidad negruzca, obscura, opaca y rara. Es, por sobre todas las cosas, esa efímera y reacia meditación plausible, que por vez primera logró tener mi incierta faceta ahumada, en pauperrimas miradas. 

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Contento estoy, de haberte conocido. Muerto estoy, por haberte perdido. ¿Entiendes? El amor es solo el fruto del símil trato que alguna vez, recibí de tu parte. Partes iguales, aunque oblicuas, meditaciones de aspecto cansino, en voces infernales que pasmaban mi cabeza de sencillecez cohibidas de decantaciones horroosas. ¿Lo ves? Eres fruto de mi dejadez. Y ahora, en decúbito dorsal, velare por miedo a tu olvido; oh si fuera facil añorar el pasado como quien recita versos en honor a los huesos de algún fallecido pariente lejano. Si fuera realmente facil extrañar tu peculiar aroma a bosque seco, el cual extraño. Mi decantanción brilla en tu ausencia, oh símil rastro de imperfecta elocuencia...