Ellas no gimen al verse morir
por amor tan claro,
viven de la luz ausente y, ante su presencia,
sufren sin dolor a la cruel amante
Ella las encubre según se despierta, persigue,
desviste y abraza con calor
sus siluetas trémulas,
y jamás se para hasta tomar destino…
Se sacia en sus lúcidos sueños
y peina con lágrimas de fresco rocío
los grises cabellos que anuncian
la muerte de sus negras novias
… Hasta que por fin fallecen
y la vista del hombre goza de nuevo
los mil cromatismos
Mas no importa el deceso, será corto…
Surgirán de nuevo cuando sean ellas
las que tomen sus oscuros cirios en el otro entierro,
reverso de su vieja moneda
Y lo harán matando también
a su amor platónico,
rostro del anverso
Y ofrecerán cobijo al silencio que incita en verano
al canto del grillo y silencio a su dormida amante en invierno;
y, en señal de respeto, mudas oraciones a un cielo de negro cerrado
cubierto -si acaso- de algunas lejanas estrellas
… Hasta que ella regrese de nuevo, reviva y desperece;
y tanto se vuelva a prendar de sus negros cabellos,
que otra vez las consuma en asesino amor, sin lloros, sin penas
…Sabiendo que ellas serán suyas por siempre,
solamente suyas, la una a las otras…
Las sombras... La luz…
La luz y las sombras… ¡Crueles amantes!
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales