Tu partida me destrozó en mil pedazos. Yo sabía que pronto te ibas a ir. Pero mi necedad rechazaba el hecho de que ya no había vuelta atrás. Lloré en secreto mientras recordaba nuestras aventuras juntos. Eras mi única compañía en los momentos más complicados de mi vida. Y aunque no decías una sola palabra, tu cola moviéndose de lado a lado y esa mirada tan inocente, sincera me transmitía tantas cosas que terminamos creando una conexión especial.
En principio, después de tu muerte, los días se tornaron grises, no volvieron a ser lo mismo. La desgana me impidió seguir con normalidad. Era muy infeliz. Dejaste un vacío que hasta hace poco logré llenar. Pero eso no significa que te he olvidado, porque siempre que puedo, observo tu tumba, el lugar donde descansas. Y si pudiera verte de nuevo, por lo menos unas horas, sería la persona más feliz. Ya al fin comprendo el significado de la famosa frase; “el mejor amigo del hombre”. Te extraño, Kitty.
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