Me iré,
pronto me iré,
y no aspiro a que me echen de menos.
Como mucho, me llorarán los míos,
que pronto sabrán que la vida sigue,
como debe ser.
Me iré en una Primavera de luz
sabiendo que me echaré de menos
en mi Huerta, entre mis naranjos,
a la sombra de la higuera de mi padre,
con quien me abrazaré
en la infinitud del cosmos.
Me sabré en el todo
aunque sepa a nada,
pues no estaré contigo,
esa persona que me abrigó,
que me reconcilió,
que me hizo ser humano,
que me salvó
hasta de mí mismo.
Me iré, sí,
pero dejaré el testimonio
de un amor sin nombre
que portará nuevas sonrisas
por campos y mares.
Sabes,
y ahora me dirijo a ti,
que me inspiraste,
que me embriagaste,
que me hiciste siempre niño,
que me ruborizaste,
que me hiciste bailar y cantar
como un loco, ya sin ataduras
por tu bendita querencia.
Me iré,
pero dejaré en tu corazón,
a riesgo de olvido,
lo poco que he conseguido
que es saber de verdad
que gracias a ti soy calor
en la inmensidad de un mundo frío.
Me iré, lo sé, me iré,
pero el viaje no habrá sido en balde.
Ya lo sé,
a punto de irme lo sé,
y doy gracias por esta última oportunidad
antes de que se baje el telón.
Irme toca, me iré,
pero digo con rotundidad
que ha merecido la pena.
Por personas como tú
el universo debe ser salvado.
De serlo, y ésa es mi esperanza,
sé que no será una despedida,
pues del todo no me iré.
Sabes que lo digo por ti. Juan Tomás Frutos.
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