La Iglesia de la Nada

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En cierta ocasión, mientras las moscas orbitaban a nuestro alrededor, sorbíamos cerveza en la terraza del bar "Sal si puedes". Eso sí, afrutadita y fresca con sabor a frambuesa.

Entre trago y trago aparecieron dos chicas morenas vestidas de negro y camisa blanca. Casi, casi... parecían monjas. Detrás venía un hombre que por su indumentaria, también negra, parecía un cura. Y detrás de él dos chicas más como protegiendo sus espaldas.
La terraza estaba petada y los cinco miraban de un lado a otro sin saber qué hacer.

Como somos más curiosos que el gato, le hicimos una seña al individuo para que se sentara con nosotros.

Inmediatamente se presentó como "Centurión de la Iglesia de los Paganos"   ( los que no creen en nada ).
- ¿Y ellas? - preguntamos señalando a sus acompañantes.
- Ellas son mi guardia personal, las mejores - dijo seriamente.

- Bueno, y cómo es eso de... "la nada" en plan religión? - se oyó preguntar por lo bajini.
- Venimos de la Nada y volvemos a la Nada - manifestó el pseudocura.
- Alabada sea la Nada - contestaron ellas al unísono.

¡Flipamos!

Pero el señor de la raya al medio, también conocido como el "erudito", estaba muy atento a la movida y argumentó que la "nada" es una noción conceptual.

- La nada es inimaginable - dijo,  no puede contener espacio, tampoco interior y exterior. No puede ser forma. No puede crear o destruir. No puede ser un estado mental, donde siempre hay algo. No es una extension, ni una zona. Cualquier cosa imaginada para la "nada" es algo y, mucho menos se puede imaginar cómo un destino en el más allá, concluyó el erudito orgulloso de su disertación.

Miramos al "cura" por si decía algo, pero su cara había entrado en el estado de pasmado. Miramos a las chicas y parecía que no habían entendido "nada".

- En realidad tu creencia no se trata de nada -  continuó con su razonamiento el erudito, se trata de algo.
- Así qué - acabó diciendo - aquí no encontrarás seguidores para tu doctrina, busca en otro lugar, porque aquí no hay "nada".

Nos empezamos a descojonar de la risa y como ya llevábamos unas cuantas birras, entre la fiesta y el baile todo se difuminó y ya no hubo unos ni otros... Así que ya no me atrevo decir nada de nada.

Archivo encontrado en una parte del cerebro dónde no hay nada.

 


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