UN TRAJE MUY SINGULAR 2

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No tardaron en hallar el cadáver de la infortunada Gertudis. Un vecino de aquella sórdida escalera lo descubrió al bajar a la calle y enseguida llamó a la Policía, pero nadie había visto nada. Como es de suponer se investigó a todas las personas que conocían a la víctima, y Benito, al igual que su mujer estaban tan consternados como asombrados por aquel suceso. Como era de suponer los inspectores así como la autopsia determinaron que aquel había sido un crimen pasional; aunque la  víctima no mostraba señales de violación.

- ¿Saben una cosa? Si en este país las Leyes fuesen más duras con los delincuentes, estoy seguro que éstos  se lo penarían dos veces antes de cometer un crimen - les dijo Benito a los policías que lo habían interrogado en su casa dado que no recordaba nada de lo sucedido. Él se había encontrado aquel día en la calle con Gertrudis, y al momento le acometió una tensión mental en la que iba implícita una inusitada  agresividad que no era propia de él, y poca cosa más.

- Nuestra obligación señor, es la de recoger pruebas en torno a la víctima, y tratar de descubrir al culpable. Pero tiene usted razón. Las condenas deberían de ser más duras - le respondieron las autoridades.

Benito se sentía cada vez más subyugado de aquel traje tan elegante. Era como si éste tuviera vida propia y se adaptara a su cuerpo como una segunda piel. Pero una tarde Benito que se sentía muy seguro imbuido en dicho traje, se adentró en un PUB inglés a tomar una cerveza, y en la barra vio a una mujer rubia que iba sola, la cual le recordó vagamente a la difunta Gertrudis.

- Hola. Se está muy bien aquí. ¿No te parece? - le dirigió la palabra a la clienta como si la conociese desde siempre.

Ella afirmó con la cabeza tímidamente.

- Me llamo "Ramón"¿Te puedo invitar a una copa? - le preguntó el "otro" que dominaba la mente de Benito.

- Yo ya me voy - dijo la chica con un hilo de voz.

- ¿Esperabas a alguien?

- Sí. Pero veo que no ha venido.

- Vaya. Lo siento. Quién te haya dado plantón no merece que pienses más en él, porque no sabe valorarte en lo que vales.

- ¿Qué sabrás tú lo que yo pueda valer?

- No hay más que ver tu estupenda mirada. Yo conozco a las personas por su expresión en los ojos. ¿Cómo te llamas?

- Isabel. Pero me voy. Adiós - anunció ella puesto que intuía en aquel sujeto un fondo desagradable y hasta peligroso.

Y dicho aquello la tal Isabel se levantó de su asiento y se  dirigió en volandas a la salida del local. Mas Benito o el "otro" la siguió como un perro faldero.

 Había anochecido y el sujeto se ofreció en acompañarla a su casa en su coche, a lo que ella por comodidad accedió.

- Vivo en Hospitalet. ¿Te va bien? - quiso saber Isabel.

- Claro, mujer. Me pilla un poco lejos, pero que  más da.

Pero poco antes de llegar al destino de la chica, el sujeto quiso seducirla, y al resistirse ella éste volvió a rememorar el rechazo de la joven rubia del insituto, y como a aquella alumna en un lejano ayer él la extranguló en su vehículo arrojándola luego en la cuneta de la carretera.

La Policía llegó a descubrir que aquella joven llamada Isabel que había sido asesinada del mismo modo que Getrudis frecuentaba aquel PUB inglés quien aquella tarde se había relacionado con un tipo muy elegante que vestía un traje azul oscuro algo pasado de moda.

Esta noticia la habían dado en todos los medios de comunicación, y Benito se sintió presa del pánico. Pues el camarero del PUB había descrito a la perfección el traje del indivíduo que coincidía plenamente con el que tenía él guardado en el armario. ¿Qué misterio escondía aquel elegante traje? ¿ Acaso era Benito un asesino en serie?

Al día siguiente de la noticia Benito interrogó al dueño de su empresa a quién había pertenecido aquel traje de los años 70, y éste le refirió que a un tipo muy adinerado pero que estaba muy loco ya que en su juventud había asesinado a una estudiante de un Instituto por no querer acostarse con él. Estuvo en la cárcel durante un tiempo, pero su influyente familia lo sacó de allí y siguió su vida hasta que murió de un infarto al corazón.

Seguidamente Benito llevó aquel maldito traje a un laboratorio especial dedicado a los análisis radioenergéticos, y con unos aparatos determinaron que aquella indumentaria tenía IMPREGNADA la bioenergía psíquica de aquel criminal, y por eso mismo se puede decir que poseía y dominaba la mente de aquel padre de familia.

Benito que sentía sobre su alma un fuerte sentimiento de culpabilidad y quiso entregarse a la Policía, mas las autoridades no le hicieron el menor caso, y al fin el hombre quemó en un descampado aquel traje que llevaba la impronta de aquel asesino.

Esta historia, por mucho que parezca fantástica, es más real de lo que cabe imaginar. Por eso yo recomiendo al amable lector, que antes que vestir cualquier traje mire a quién había pertenecido en otro tiempo pasado.

                                                                        FRANCESC MIRALLES

 

 

 

 


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