-sonreí que aun no me muero-le dice a ella, mientras acaricia su piel blanca. Sus palabras se traban en su boca haciendo imposible entender lo que le sigue diciendo.
-si-ella responde.
El la mira y sonríe. Aun su mano acaricia sus mejillas rosadas por el llanto. Se acerca a su niña y en un murmullo que apenas pidiendo permiso sale entre sus dientes, le confiesa ¿sabes que sos hermosa?. Ella se enrójese todavía más. Ella acomoda sus labios hacia un costado, agacha la cabeza con una leve inclinación. Acaricia las manos de su padre, mira a su costado y observa a la enfermera vestida de blanco, que en sus manos sostiene una jeringa con un líquido que no logra identificar. Mira la acción de esa mujer. La jeringa es clavada en un tubo transparente que va directo hacia su padre.
-es solo para calmar el dolor cielo-responde a la curiosidad de su pequeña hija.
-¿te duele?-pregunta.
-no. Solo me da frio
-cielo-la voz dulce de la mujer aparece de la nada, hace peso en la sala- es hora de dejar descansar a tu papa- la mujer observa al hombre. El responde con un leve movimiento de cabeza afirmando las palabras de la mujer.
La abraza a la niña y con una solloza mirada le sonríe nuevamente.la niña se baja de la camilla. Una nueva mujer entra en la sala. Llama a la nena por su nombre, que no logro escuchar. Ambas se retiran.
El me mira. Siento en su mirada el frio líquido que baila entre sus venas. Sonríe nuevamente, una sonrisa dirigida a mí, una sonrisa de compañerismo. Me abriga su remota calidez. Me abriga su última esperanza de vida. Después cierra los ojos y no los abre mas.
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