ME MUERO POR SALIR DE AQUÍ
Solo tenemos un pensamiento, una convicción, una certidumbre: ¡Estamos condenados a muerte!
Siempre ese pensamiento infernal a cargas como un espectro plomizo, celoso, que nos ahuyenta cualquier distracción.
Pero yo no soy como él.
Vemos la luz de la luna entrando lánguidamente por nuestra ventana, dilatando las grietas de la pared. Nos damos cuenta de muchas cosas que siempre estuvieron, pero fueron ignoradas. Hasta el caer de la lluvia golpeando el pavimento de fuera es excelso y melodioso. Con cada minuto que pasa nuestra conciencia se va resquebrajando paulatinamente, derramando una avalancha de recuerdos que nos invaden, pero a la vez se disipan, con la inquietud que produce la espera de lo inevitable.
¡Yo no soy como él!
Miles de personas mueren inesperadamente, dejando tras ellos un gran vacío, en cambio, nosotros moriremos recostados en una cama, esperando el momento, al amparo de nuestros seres queridos.
Somos una carga para la gente que nos quiere, los vemos llorar siempre en silencio, los vemos sufrir. Estamos a merced del paso del tiempo pero yo no soy como él.
Hemos tenido que aceptar inevitablemente nuestra propia fecha de caducidad, originando un recorrido con diferentes fases, negación y aislamiento, rabia, regateo con el tiempo, depresión y al final, aceptación.
Me pregunto que estaré pagando. No soy como él, yo soy un enfermo terminal y él, un reo sanguinario.
Dios, ¿no te habrás equivocado conmigo?
eusebio efe.
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