Abrí los ojos con cuidado, mi intención era hacer el menor ruido posible, evitar que cualquier pista de movimiento despertara la horda de jóvenes sobrinos que se suponía, dormían profundamente en la habitación del fondo del pasillo....no podía perder un segundo si quería disfrutar de un desayuno tranquilo,a pesar de tener qué madrugar y con ansia, càsi ordinaria, por tener que saciar el hambre, con el que suelo amanecer siempre.
El olor del café, que todavía no había hecho, me hacía pensar en la tostada que me iba a tomar llena de mantequilla y mermelada y qué iba a mojar sin respeto ni educación aprovechando los momentos de esa esperada soledad, gastronomico-vespertina.
Bajé en silencio la escalera, sorteando los peldaños que sabía que crujían, cerré con cuidado la puerta de la cocina, mas bien, la atraquè con fuerza. Empecé el procedimiento de la preparación del ansiado "aguachirri"...la cafetera, el pan tostandose, un tazón de gran tamaño, la miel, la ventana abierta sobre el paisaje campestre, gurriatos qué piaban pidiendo el desayuno, no podía creerme qué llegaba el momento, con el que llevaba soñando desde las anteriores vacaciones; estaba tan absorta en la preparación del esperado momento, qué no me había dado cuenta de un importante detalle, del cual no fuí conscience hasta el momento de mojar esa tostada qué traía, templada, llena de aceite a la cual iba a poner mermelada y qué ante un ruido sospechoso ... de respiración contenida, y qué me obligo a mirar al otro lado, haciendome percibir qué:.....en la mesa dos de los piratas, ya estaban sentados, y que muertos de risa se daban codazos entre si, porque no me había dado cuenta de su presencia.
En ese momento pude percibir que el deseado momento de tranquilidad....se había quedado en un sueño. La realidad era la siguiente:
"Sobre el mantel, la mermelada en forma de pequeños pegotes, que indicaban que las manos infantiles, ya habían intentado depositarla, sin éxito sobre algún trozo de pan, estaba, acompañada de algo que parecía aceite y que probablemente sufrió el mismo camino frustrado antes de llegar a impregnar la tostada o lo qué fuera, que los infantes estaban manejando, y que sin una autoridad competente, qué ayudara en el manejo cuidadoso de la pala trasportadora o cuchara, fué a condecorar la camisa que con tanto esmero y silencio me había colocado con objeto de disfrutar de ese desayuno de manera limpia y respetuosa. Al apoyar el antebrazo, del brazo que quedaba libre de riesgos de estampados, y que cubría la citada e impoluta camisa, note como algún líquido se adhería al tejido, calando el brazo que me quedaba limpio ...no quise ni siquiera pensar que el fluido estampador, que intuía ...leche...estuviéra acompañado de algún tipo de cacao que contribuyera a teñir la mancha, la cual iba a quedar de recuerdo sobre la impóluta camisa. Con la comisura de los labios esbozando un gesto de frustración risueña....pude percibir, ademas, detalles de gran calado....como que el cuenco en el que habían vertido el citado líquido, contaba con una parte en la misma cantidad, de lo que habían depositado dentro a la que habían vertido fuera...eso si habían tenido el detalle de poner un plato debajo que rebosaba leche por todo el diámetro. Los dos infantes mañosos habían, además, regado con azúcar el cuenco el plato ..la mesa el mantel y parte del suelo, añadiendo además al potaje trozos migados de galleta espachurrada que cual bañistas de playa flotaban y se hundían a cucharazos entre risas y salpicones, formando en la base del plato, cuyo objeto debía ser el proteger el mantel, un engrudo pegajoso de tal eficacia, que cada vez que izaban el tazón para beber, la mezcla se llevaba consigo adherido el plato pegado, a riesgo de caerse con todo el contenido, derramando la leche a destajo y potenciando las risas de los dos renacuajos.
Tunabasay
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