Un día más ha conseguido ver de nuevo los mortecinos rayos de un sol decadente, un aburrido y vetusto astro que lentamente asciende y se redescubre casi sin quererlo en el raso horizonte buscando otra vez recorrer la órbita de un planeta ahogado en el odio del hombre, sumiso, lastrado y paciente de peste y dolor. Asoma huidizo, sonrojado, con cierta vergüenza y sin ganas, igual que se fue la tarde anterior. Ya ni sus rayos calientan el ánimo de una cercana primavera; ha perdido la esperanza de seguir siendo el rey en este universo en el que la mirada del hombre no busca como antaño el sentido de la magnificencia de su creación.
Han llegado las calendas de marzo, el día marcado con saña para ejecutar un plan sibilino escrito por los crueles ideólogos del Gran Exterminio. Ellos saben que los cuerpos flaquean a base de recibir martirios, que son ya pocos los que pueden mostrar un signo de fuerza contra su férrea voluntad. Trazan su ataque en distintas lenguas, a nivel mundial. En las caras de estos dictadores se refleja el horrible destino de hambre y miseria que espera a esos miles y miles de seres humanos que sobran, que aún se oponen y afean la faz de la Tierra con sus excrementos; pronto se librarán de sus desdichas, de sus tontas religiones, sus harapos, de esas absurdas necesidades de solidaridad y justicia que aún revuelven en sus locas cabezas.
Se felicitan por ello; el proyecto ha sido firmado en pleno consenso y por fin ha llegado el día primero de marzo, las primas calendas que marcan el ulterior genocidio de las ideas en libertad, de las artes y de las bellas letras, del amor del hombre, por el hombre y para el hombre, de todo aquello que es vano a sus deseos de fuerza y poder… El hacha se ha alzado sobre el cuello de la Humanidad y ellos son el verdugo que blande su mango infernal. Las Gracias griegas lloran de espanto mientras Cronos devora en un bucle infinito a sus hijos con tal de mantener en el tiempo su reino de pura maldad.
Dios llora sobre su creación y lamenta su silencio e impotencia frente al Mal contra el que le está vedado intervenir. Y el astro Sol se esconde de nuevo tiñendo de rojo este cielo…
¿El bien?... ¿El mal?... ¿Para qué pensar?... El uno sin el otro, inexistencia total.
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