–¡Una carrera a la cima!
Era divertido jugar, aunque ella siempre trepaba primero. No había perdedores, claro; los árboles estaban llenos de frutos, más que suficientes para ellos dos y para toda la aldea.
–Sigo hambrienta, ¡vayamos a pescar!
–¿No te gustan los frutos? –preguntó él.
–Gromm…, eres adorable. Te dan lástima los peces, ¿verdad? Somos ogros, es la ley del bosque: «No está mal matar para comer».
Tali era muy sabia para su edad; además, a él le resultaba imposible negarse a sus ojos verdes y a su cabello..., también verde.
Ambos terminarían pescando con sus manos mientras él, intentando ser disimulado, la vería reflejarse en el río. Necesitó años para animarse a expresarle sus sentimientos, años en los cuales forjaron una inquebrantable amistad.
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Hoy el río no refleja nada, porque está contaminado. De todos modos no queda nada qué reflejar; Tali murió tras beber de sus aguas, ni siquiera el viejo Chamán la pudo salvar.
Gromm aparta la mirada del río para encontrarse con un devastador escenario de árboles talados. A su alrededor, cientos de ogros esperan su discurso. Lo hace breve, Gromm no es muy elocuente; además, en su estómago vacío solo ruge una palabra:
«Humanos»
Autor: FEDERICO RIVOLTA
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