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El revisor se acercaba rápido y no tenía manera de esconderse. Fingir que estaba dormido no parecía opción porque le había visto despertar a un par de viajeros. El baño estaba detrás y esconderse bajo el asiento no se lo permitió un último arrebato de dignidad. Cuando llegó hasta él y lo miró, le tomó del brazo y lo acercó a la puerta del vagón. "¿Algo que decir?"- le preguntó. "Sí" -le dijo- "estos billetes al cielo son inusualmente caros". Entonces el revisor le dio un ligero empujón fuera del vagón y despertó en su cama otra vez.
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