Es el atardecer, el atardecer después de una guerra devastadora. Han atacado nuestra querida atlante, nuestra ciudad, la capital del imperio y ha sido rotundo y devastador.
Ha sido realmente devastador, las casas están destruidas, nuestra gente agotada, hasta las ratas, los perros y los gatos están huyendo agotados.
Nuestro pueblo ha sido duramente atacado.
Mi pareja y yo estamos visualizando todo desde la colina, desde una posición de gobierno, hemos estado luchando con el pueblo y ahora, llenos de grasa, de suciedad, de hollín, y estamos juntos, cogiendo distancia, viendo como el imperio está siendo derrotado y devastado y como la desesperanza nos está invandiendo, hemos subido para evaluar para tomar la mejor opción, la que haga que el pueblo vuelva a ser uno.
Ha pasado otras veces, el pueblo está agotado, intentando sobrevivir y unos grupos acusan a otros, se habla de dividirnos, se habla de secesión. Y yo se dentro de mi que esa no es la manera. Miro a mi pareja y se que estamos juntos en esto esa conexion me da fuerzas, gracias a él, puedo volver a mirar.
Veo con tristeza, veo con desesperanza que los míos no han aprendido, que no entienden, es el miedo quien les está gobernando.
Y ahí me doy cuenta, es el miedo quien les está gobernando, por que es el miedo quien me gobierna a mi. Y ahí respiro y sonrío, la picardía ha vuelto a mí.
Ahora entiendo, así pues.... nada de lo de fuera realmente importa, y a la vez lo es todo.
Miro a mi pareja, y veo que estamos juntos en esto, cada cual a nuestra forma hemos llegado a lo mismo. Además, estamos tan conectados que a mi se me sigue haciendo difícil distinguir quién es quién. Y la verdad es que somos uno y la siguiente verdad es que estamos para servir a nuestro pueblo y al universo por extensión.
Y, ahora que me acuerdo, me doy al universo. Me expando, y me comparto. Vuelvo a mi centro y abro los ojos.
Y es muy bonito ver como solo con hacer eso, el nivel de ruido va bajando, yo sigo respirando, sigo centrada en el amor, me vuelvo a mi centro, más y más.
Estoy conectada con mi pareja y nos compartimos, nos apoyamos. Nos recordamos que la cosa está en volver a casa, para conectar en la autenticidad, en el amor, estando relajados y de todas maneras, siendo reales. Porque lo que importa ahora es el amor real.
Y vuelvo a la realidad, a mi pueblo, sin yo haber hecho nada, el pueblo que estaba tan lleno de nervios y de miedo que habían entrado en modo supervivencia. Ahora los nervios están pasando. Y ahí donde estaban, están, pero de otro modo. Se han sentado a descansar, se han sentado a cargar pilas y en el momento que se están recuperando, están empezando a abrirse y a compartirse. Y es muy bonito.
Por un segundo me doy cuenta de la belleza de la realidad, y decido expandir ese segundo precioso, respiración la inspiración. Esos poco a poco van convirtiéndose en mucho mucho. Y sonrío.
Miro dentro de mí, me conecto con mi centro, con mi mujer guerrera, mi niña y mi hombre. A cual más fuerte, a cual más compasivo. Y desde ahí, sigo conectando.
Sigo en la colina, ya no veo la devastación, ahora veo el cariño de mi pueblo y como estamos siendo uno y sonrío tranquila y con un brillo en los ojos que no estaba antes, un brillo pícaro. Todo está bien.
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