¡Carcelero!

Dieciséis pasos: cinco, más cinco, más seis… Dieciséis; ni uno más, ni uno menos. Los ha medido cientos de veces, quizá miles… Ya no recuerda con exactitud. Todo es surrealista en aquella estancia; ese maldito triángulo irregular encierra todas sus esperanzas… Y también su persona. O lo que queda de ella…

Nadie responde a sus ruegos; siempre, por única respuesta, ese silencio sepulcral desde hace tres largos lustros. ¿O quizás diez…? No lo sabe. Su mente es ya un engendro aterrorizado que ha perdido la medida del tiempo.

¿Qué le ha pasado…? ¿Quién le ha encerrado…? ¿Por qué está allí…? ¿Por qué ese angustioso silencio…? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué…?

Todo está a oscuras en ese hermetismo que lo ahoga; el duro pan de ración, imposible de degustar, siempre ha sido alimento de esas ratas extrañas y deformes salidas de su mente torturada; y el agua de ese grifo herrumbroso gotea a un ritmo tan lento y cadencioso que le percute en el alma a cámara lenta…

Pero no tiene hambre ni sed… ¡Allí nunca las tuvo! ¿De qué le valen…?

-¡Carcelero…! -alza su queja otra vez mientras un eco engañoso le devuelve la única presencia de su propia y horrenda compañía.

Se echa las manos al rostro y quizás parezca por un breve instante darse cuenta de que sus ojos, su boca y oídos podrían abrirse a la otra realidad… Pero se niega, se niega a enfrentarse a ella… No sabe qué es peor, si “aquello” o lo de “afuera”…

Quiere traspasar aquella puerta… Lo ansía… ¡Ansía escapar! Pero… ¿y la llave…? ¿Quién tiene la llave…? ¿Dónde está el carcelero?

- ¡Carcelero…!

- ¡Carcelero…!

-¡CARCELERO…¡ -grita y se suplica a sí mismo una y otra vez mientras gime horrorizado en la inmensa soledad triangular de la celda de sus miedos.