EL OASIS AFECTIVO 2

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De súbito Rafael se imaginó estar envuelto en un erotismo especial, al abrigo de una sutil ternura en los brazos de aquella mujer que era en realidad lo que necesitaba, como si viviese un cuento oriental de la obra literaria LAS MIL Y UNA NOCHE. Así que cuando el cliente le hubo pagado el servicio con un ligero temblor de piernas le propuso:

- Esto...¿Qué tal si te vengo a buscar esta tarde al salir trabajo y vamos a tomar algo en algún sitio?

- Vaya... Quieres salir conmigo. Pero si salimos y llegamos a enamorarnos, no sé si la relación saldría bien porque mis costumbres son muy diferentes a las tuyas - respondió Safa con la vista baja.

- Bueno, mujer. Yo no soy nada racista. Pienso que cada cual puede tener la creencia que quiera según su cultura, pero sí que hay que evitar todo tipo de fanatismo. Y para ello hay que cultivar la rrazón y la sensatez. Al fin y al cabo todos somos humanos y buscamos lo mismo.

- Ya. Mira. Nuestra forma de vivir está muy relacionada con la religión. Y Yo soy una mujer viuda con dos niños pequeños a los que tengo que criar, por lo que me ayuda mi hermano mayor en la tarea. Nuestro matrimonio estuvo convenido por las dos familias desde que éramos muy jóvenes como se suele hacer en mi país, y esto muchas mujeres de Marruecos lo tienen muy asumido. Pero mi marido que era albañil murió en un accidente laboral.

- Lo siento.

Tras una larga pausa Safa agregó:

- ¿Aceptarías la tradicional vestimenta femenina con el pañuelo en la cabeza de mi cultura?

- Confieso que no me gusta nada lo del pañuelo. Me parece un disparate que las damas ocultéis vuestros encantos como si tuviésis que provocar a los hombres. Es una desconfianza que vuestras instituciones  tienen a vuestro sexo. Sin embargo yo no trato de censurarte nada. Sólo te pido compañía.

- Es posible que si me uno a ti haya algunos parientes míos que dejen de saludarme como le ha ocurrido alguna mujer marroquí que se ha casado con un europeo. No obstante si quieres, te invito a mi casa a tomar una taza de té. Como bien dices tú, todos somos humanos y debemos aprender a convivir.

Rafael aceptó de buen grado la invitación y al día siguiente a media tarde éste se presentó en el domicilio de la peluquera que se hallaba en unos bloques de casas que estaban muy cerca de la montaña. Tomaron la taza de té mientras hablaron holgadamente de sus vidas pasadas, y el hombre se sentió tan cómodo en compañía de Safa, que decidió visitarla con regularidad, hasta que en una ocasión de un modo espontáneo ambos se besaron dulcemente en los labios. Entonces a Rafael volvió a brillarle en la mente la posibilidad de vivir el cuento oriental de LAS MIL Y UNA NOCHE.

Y es que la soledad al igual que una guerra une más a las personas de la condición social que sean que cualquier mito romántico que se pueda anhelar.

                                                               FRANCESC MIRALLES


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