El Sobrino (Viernes) Capítulo 1 (2/3)
Por LatíaTati
Enviado el 21/02/2023, clasificado en Adultos / eróticos
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Cuando se es mujer hay que estar prevenida por muchas cosas y una de esas es cuando no se usa brasier, y más aún si no se usa brasier con una blusa de color claro que llega a transparentarse un poco, porque siempre terminan notándose de más los senos y se vuelve un poco incómodo, sobre todo si estás con tu familia.
Además, como les dije antes, mis pechos son de tamaño grande y a veces la gente se fija más de lo que debería en eso, incluso cuando se trata de alguien moralmente incorrecto, como tus cuñados, sobrinos e incluso tu suegro. Créanme, una siempre se da cuenta.
A eso súmenle que era una noche fría y mis pezones se endurecieron haciendo más notorio que debajo de la blusa no había nada que los detuviera de pegarse a la tela revelando su forma, su tamaño y un poco su color.
Por supuesto que no consideré apropiado salir así no más de nuevo a la sala, entonces resolví cubrirme con una cobija alrededor de mi cuerpo, así evitaba el frío y mostrar piel de más.
Al llegar de nuevo a la sala me di cuenta de que, a pesar de que la fiesta oficial era hasta el otro día, ya estaban bebiendo cervezas y whisky. Hernán, mi cuñado que cumplía años, me ofreció un trago, pero yo me negué, no tenía muchas ganas de beber.
Sin embargo, terminé aceptando un par porque llegó mi esposo a insistir que bebiera. Cuando él bebe se pone un poco pesado y es mejor hacerle caso para evitar futuros enfados.
La familia de mi esposo es muy fiestera, siempre hay alcohol de donde echar mano cuando se reúnen.
Además de los adultos, en la sala se encontraban los chicos más grandes, mi hija Karen y mi sobrino Joaquín, que con la bendición de su padre también tenía un vaso de whisky en las manos.
Mientras yo bebía cortos sorbos de whisky, ponía música desde mi celular a un amplificador, era la Dj de la fiesta y los animé a bailar. Al principio se negaron, pero a medida que bebíamos, las cosas se animaron al punto de que apagaron las luces normales y pusieron un par de focos que prendían y apagaban como si se tratara de una discoteca.
Con la iluminación y el ambiente propicio, inició la fiesta. Mi esposo hablaba con Hernán y con Esteban, mientras Martha conversaba con mis suegros y Joaquín, que ante la mirada aprensiva de su madre, continuaba bebiendo.
Margarita y Esteban los animaban a todos a bailar, entonces se formaron las parejas que cambiaban de canción a canción, hasta que mi hija se despidió de todos alegando que ya tenía sueño y se fue a la habitación de los chicos.
Era muy divertido verlos disfrutar de la música que yo ponía mientras bebía arropada con mi cobija. Todo iba bien hasta que mi esposo ya ebrio decidió invitarme a bailar.
Yo me negué rotundamente desde el principio, ya que no quería salir de mi escondite por motivos que ustedes ya conocen, pero él insistió tanto que no le importaron mis explicaciones, pues me dijo que nadie le pondría atención a lo que llevaba puesto y después de mucho insistir, finalmente acepté.
Me quité la cobija y quedé en mi pijama esperando que la poca luz no dejara que se note demasiado que no llevaba brasier, ni tampoco mi pijama tan sugerente. Me llevó al centro de la sala y bailamos de forma normal, yo fijándome con incomodidad si alguna persona me miraba más de la cuenta, pero al parecer no habíamos despertado el interés de nadie.
Al parecer.
Cuando acabó la canción, mi esposo me soltó de súbito para ir por más whisky. Mientras tanto, me devolví para sentarme y quedar bajo mi cobija de nuevo, pero me detuvo sentir que alguien tocaba mi hombro.
Al voltear vi a Joaquín, mi sobrino, a quien conozco desde que nació y que por su expresión parecía haber bebido más de lo suficiente a pesar de no estar muy bien visto. Con una voz torpe me pidió que bailáramos y yo con cariño le dije que no era el momento y prefería sentarme.
Él insistió pero de nuevo me negué con más autoridad, ya me preparaba para seguir caminando pero se atravesó mi esposo y de nuevo me insistió de forma muy exagerada, por culpa de los tragos que llevaba encima, que bailara con mi sobrino.
Gerardo: Vaya mija, no sea aguafiestas.
Como ya les dije, prefería aceptar las peticiones de mi marido para evitar problemas con él, aún me quedaban dos días más en ese lugar y no quería pasarla mal o tener discusiones frente a su familia. Volteé hacia mi sobrino y caminamos al centro de la sala, en medio de las otras personas, y empezamos a bailar.
Sonaba una salsa un poco romántica, que se prestaba para un baile pegado pero yo siempre intenté mantener la distancia.
Al principio me sentí incómoda, pues las mujeres siempre nos damos cuenta cuando nos miran demasiado y mi sobrino lo hacía todo el tiempo, intentaba disimular pero era demasiado obvio que no le interesaba verme a los ojos. Al final, mi atuendo estaba causando los efectos que yo había intentado evitar a toda costa, y para mi mala suerte, apenas era el inicio.
La canción avanzó mientras él intentaba pegarme a su cuerpo, yo me alejaba con cuidado para que no sintiera que lo rechazaba, pero también con firmeza evité que nuestros cuerpos se pegaran demasiado. Si no quería que me vieran usando ese improvisado pijama, mucho menos quería que me tocaran.
Sin embargo, era imposible que al menos por unos instantes nuestros cuerpos no se juntaran, yo sentía cada roce de su pecho contra el mío y cada vez que ocurría, se pegaba con más fuerza haciendo que mis senos se hundieran un poco sobre la superficie de su pecho.
Repitió esto una y otra vez, dificultando mi tarea de evitar el contacto.
Tanta insistencia empezó a parecerme sospechosa, sobre todo porque mi rechazo era muy evidente y hasta ese día, Joaquín había sido siempre muy respetuoso de lo que le decíamos sus mayores, incluyéndome.
Así que no hice nada más que convencerme todo el tiempo que era normal y que seguro mi sobrino no estaría haciéndolo a propósito. Todo esto debía ser mi imaginación, cómo iba a pensar que mi sobrino estaría intentando tomar ventaja de una situación así y más aún en frente de casi toda su familia.
No, era imposible.
Pero siempre volvía a mi cabeza ese pensamiento, el roce entre su pecho y el mío era más y más frecuente, aunque cada vez que se me pegaba yo lo despegaba, no podía evitar los toques, la pequeña fricción que generaban nuestros cuerpos chocando apenas en el límite y el hecho de que yo no llevaba brasier lo hiciera más peligroso.
Mis senos brincaban libremente casi encima de él, apenas atajados por la blusa blanca de tela fina. Tal vez para los demás no era visible, pero estoy segura de que él ya había notado la ausencia de mi prenda íntima.
Para tomar el mando de la situación necesitaba saber con claridad todo lo que estaba pasando, no era nada nuevo para mí que alguien intentara cortejar en un baile, pero… ¿mi sobrino? No cabía esa posibilidad en mi cabeza, bueno, solo en las fantasías más locas que leí en internet, pero no en la vida real.
¿De verdad estaría intentando sentir mi cuerpo y seducirme de alguna manera o solo bailaba de forma muy confianzuda y pegachenta?
Como sabía que cada segundo contaba, aproveché para tomarlo del brazo y darle una vuelta mientras bailábamos, él accedió y mientras quedé a su espalda, aproveché para ver qué tanto se notaba mi cuerpo en ese desafortunado atuendo.
Me corrió un escalofrío al bajar la mirada hacia mi cuerpo y descubrir que tenía los pezones muy parados. Al parecer todos esos roces habían tenido efecto en mí. Quería dejar a Joaquín de espaldas a mí y salir corriendo a cubrirme, pero la fuerza de su brazo me hizo completar el giro y terminar de nuevo frente a él, esta vez aprovechándose de mi distracción para dejar su cuerpo presionando fuertemente al mío.
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