ANGELES Y DEMONIOS
Introducción
Hace un tiempo que te observo. Yo diría desde que note tu rebeldía, teniendo que volver, una tras otra a nacer. Suelen asignan los nacimientos, por fechas, familias o incluso por sus nombres. Cada nacimiento viene con un Ángel predestinado. Te vi nacer, crecer, sufrir y padecer, en varias existencias. Te observe, junto con tus padecimientos en tus pruebas. Presencie tu muerte, en varias vidas. Algunas muy dolorosas, otras fueron tan rápidas, que ni pudiste percibir. Poco a poco fuiste llamando mi atención. Por cualquier motivo o circunstancias de la vida, siempre terminabas llamando mi interés. Ahora entiendo que todo estaba predestinado a ocurrir. No sé cuando, ni como ocurrió, pero me enamore con el paso del tiempo, de ese ser rebelde, donde no escuchaba a nadie, ni a nada de su entorno. Pedí ser tu Ángel de la guarda, pero como no prestabas atención a tus presentimientos, incluso todos mis intentos de hacerme entender de un modo u otro, era en vano. Nunca prestabas atención a ninguna señal. Viendo que no había forma que todo acabara bien, decidí bajar a la tierra, acompañarte, ayudándote a enfrentarte a tus pruebas. Teniendo la esperanza y una fe inquebrantable de que en esta vida, nos pudiéramos encontrar, uniendo fuerzas junto al destino.
El creador acepto enseguida, pero también puso condiciones. Solo había dos puntos;-1º que nacieras tu primero, siendo un varón y en ciudades diferentes. -2º que a volverme humana padeciera como todas las personas nacidas en la tierra, sufriera y fuera uno de tantos encarnados. Naciendo hembra y con la memoria dormida. Sin recuerdo ninguno, ni siquiera de ti. Todo tenía que ocurrir según y debido a nuestros actos. Entre ellos libertad de decidir lo que hacer una vez encontrándonos. Acepte, sin pensarlo. Todo estaba decidido, tenía que ayudarte. Naciste siendo niño. Te pusieron de nombre José María. Presencie tu nacimiento y el de tus hermanos. Fui tu compañero de juegos, siendo un niño. Te consolé en tu primera caída, dando tus primeros pasos. Estuve acompañándote en tus primeros días de guardería. Hasta que de pronto me avisaron de que tenía que nacer yo. Nací en una familia pobre. Éramos tres hermanos. Me pusieron de nombre Miriam. Tú naciste en Canarias y yo en Cádiz. Cada uno nació en una punta de España. Ninguno vino con memoria. Ahora dependía de la vida, de cómo moviéramos las fichas, de cada jugada, de cada elección y por supuesto, al final de nuestro encuentro, nuestra decisión final.
CONTINUA
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