ELISA Y RAQUEL

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Elisa se encontró en la escalera con Rachel, a punto de coger ambas el ascensor. Elisa trabajaba de médico en la consulta de un ambulatorio, Raquel dependienta en una tienda de recuerdos del casco antiguo. Vivían en el mismo rellano, una puerta frente a la otra. 

Elisa notó que Raquel tenía mala cara y le preguntó si estaba enferma.

-Te puedo explorar en el consultorio -se ofreció.

- Hoy no me apetecen los numeritos eróticos -le dijo Raquel, recordando una experiencia que tuvieron unos meses antes.

Raquel había ido a la consulta de Elisa a última hora de la mañana por un dolor de espalda, cuando ya no había pacientes en la sala de espera. Elisa cerró la puerta por dentro con llave y le dijo que se desnudara. Raquel se sorprendió y preguntó si se quitaba toda la ropa. Toda, le dijo Elisa, el dolor puede proceder de cualquier parte de tu cuerpo. Tumbada en una camilla, Elisa le presionó varios puntos de su cuerpo para encontrar el foco del dolor. Le dio un masaje tocando cada milímetro de su cuerpo y cuando comprobó su excitación la besó y le chupó por todo el cuerpo, metiendo su lengua en su vagina y en su ano. Le chupó hasta los dedos de los pies, como si la quisiera devorar, y se demoró en el ombigo. Tuvo que taparle la boca con una gasa para que no gritase de placer.

- No, en serio -le dijo Elisa. - Es que mi madre viene esta tarde a vivir en mi casa una temporada larga, harta del pueblo. Y eso supone buscarme otro lugar para acostarme con mi novio.

Llegó el ascensor, entraron ambas y Elisa pulsó el botón del bajo. Abrazó a Raquel y la besó en la boca. El beso duró hasta que llegaron al patio.

- Has desayunado café con leche y galletas -descubrió Raquel por su aliento.

Salieron a la calle, llevaban el mismo camino hacia la parada de autobuses.

- Se me ocurre que podéis retozar en mi casa.

- ¿Cómo dices? -preguntó Raquel sorprendida, deteniendo el paso. 

- Tu novio y tú os podéis acostar en mi casa.

- Te lo iba a pedir -le reveló Raquel- Has leído mi pensamiento.

- Sólo con una condición: que os mire mientras hacéis el amor.

Raquel se lo pensó un momento, luego reinició la marcha.

- Se lo comentaré a mi novio -le dijo al cabo de un rato.

La respuesta la dio Raquel ese mismo día por la noche. Raquel llamó a la puerta de la casa de Elisa y le dijo que su novio estaba de acuerdo. Elisa le dijo que entrara y le preguntó si quería tomar algo.

- A mi novio le gustaría que participases en un trío, ya que estarás presente.

- ¿Y a ti qué te parece?

- Me gusta la idea -reconoció.

- Una pregunta, si me lo permites. ¿Cómo tiene la polla tu novio?

-Eso tendrás que descubrirlo -contestó Raquel-. Me excito sólo de imaginar que te folla delante de mis narices. Por la noche, Raquel recibió una llamada telefónica de su madre. Había cambiado los planes y se quedaba en el pueblo. Pasó a casa de Elisa para decírselo.

- Pero el trío lo haremos, ¿no? -preguntó Elisa.

Raquel asintió con un gesto de la cabeza. Aquella noche durmieron juntas y desnudas en la cama de Elisa después de haberse acariciado y estrujado los cuerpos y besarse hasta el agotamiento.


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