En cierta ocasión apareció por la terraza del bar "Sal si puedes" un pirado que traía dos cabras de pelea de las más cañeras. Se trataba de la raza "capra mortiferus sanguinarius".
Todo el mundo se apartaba. La señora rubia salió pitando con su caniche enano oculto debajo de la chaqueta. Pepo, la mascota porcina que no conocía el miedo, ni tampoco la mala ostia de las cabras, gruñó como queriendo hacer ver que allí mandaba él. Pero la camarera que no se andaba con chiquitas y pasaba de problemas, cogió a la mascota morruda y se la pasó a su colega por encima de la pared.
Yo estaba tranquilo. Spiti, mi ratero mallorquín, estaba a mi lado y eso me daba seguridad. A pesar de su tamaño mini, la cosa sólo era en apariencia.
Cuando el individuo se acercó con las cabras, se le notaba un aire de superioridad, como aquél qué al pasar, todo dios le rinde pleitesía.
Pero cuidado... cuando se cruzaron las miradas de mi ratero Spiti y las cabras, éstas se miraron como acojonadas y empezaron a temblar. Mi perro enseñó los dientes, no le quedaban muchos, pero daba igual, su arma secreta estaba en su poder CannisMental. Seguro que las cabras estaban viendo un monstruo de tamaño descomunal porque no sabían para donde tirar. Una se meo en el zapato de su dueño, que salió de allí sacudiendo la pierna, arrastrado por el dúo de sanguinarias... jejeje
Gracias Spiti!!!
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