CHLOE ATADA

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En su día libre, Chloe, que trabajaba de dependienta en unos grandes almacenes, paseó por el centro de la ciudad, a donde se había trasladado hacía un par de meses. Le llamó la atención un callejón estrecho, peatonal, y se adentró por él. A mitad de la calle, se detuvo ante un local, en cuyo rótulo sobre la puerta acristalada indicaba "Café Safo". Entró. En el interior, en semipenumbra, apenas había clientes. Un par de mesas estaban ocupadas por dos parejas de mujeres, en otra mesa había una mujer sola y en una cuarta dos hombres. Dos mujeres en una de las mesas se cogían las manos, en otra, las dos mujeres se besaban. Se sentó en una mesa libre. Una joven de aspecto asiático apareció enseguida y le preguntó qué deseaba. Pidió una cerveza negra. Al cabo de unos cinco minutos se la sirvió acompañada de un plato pequeño con frutos secos variados.

-¿Es la primera vez que viene? -le preguntó la camarera.

Chloe asintió con un movimiento de la cabeza.

- ¿Se lo ha recomendado alguien? -volvió a preguntar la camarera.

- No, lo he visto paseando, soy nueva en esta ciudad.

La camarera se retiró. Diez minutos después entró en el café una joven elegante, de aspecto asiático, que se detuvo echando una ojeada al local. Se fijó en Chloe y se acercó a su mesa.

- ¿Puedo sentarme contigo? -le preguntó.

Chloe asintió con un movimiento de cabeza. Enseguida apareció la camarera y le pidió otra cerveza negra.

- No te he visto antes por aquí - dijo la recién llegada.

- Estoy por casualidad. No soy lo que significa el nombre del local- aclaró Chloe. 

- Lástima, porque me gustas -le dijo- Me llamo Hana, significa "flor", soy japonesa.

- Chloe, española.

- Tengo un gabinete aquí cerca de "shibari". ¿A qué te dedicas tú?

- Vendedora en unos grandes almacenes. ¿Qué es "shibari"?

- Es un arte de atadura por cuerdas. 

- ¿Qué significa eso?

La camarera trajo la cerveza y el platito de frutos secos variados.

-Ella te lo podría explicar, es una de mis clientes.

Pero la camarera se apartó de la mesa y volvió tras el mostrador.

- Explícamelo tú -le pidió Chloe.

- Es una técnica consistente en atar a las personas. No tiene que ver con el bondage. Yo no golpeo a nadie. La persona atada disfruta porque los nudos se colocan estratégicamente en puntos del cuerpo que despiertan placer y emociones. Algunas personas gozan de ser sometidas e inmovilizadas, incluso colgadas. Yo también disfruto, me gusta atar y colgar a las mujeres. 

- Cuánta gente rara hay -comentó Chloe.

- Vienen parejas. Ato a la mujer o al hombre y el otro acaricia, masturba o posee al atado.

- ¿Y tú miras?

- No puedo ausentarme, he de controlar la operación, nada puede salir mal porque soy responsable de que no haya accidentes. Los nudos pueden herir la piel. Algunas clientas meditan mientras están colgadas y bien atadas.

- No me sometería a eso por nada -opinó Chloe.

- Deberías probarlo, seguramente te gustaría. -le dijo Hana y le entregó una tarjeta.

Terminó su cerveza y se marchó, dejando antes pagada la cerveza de Chloe. Esta se guardó en el bolso la tarjeta. Durante varios días no pudo olvidar el encuentro con Hana en el Café Safo. A veces le atraía la idea de experimentar el "shibari" y estaba tentada de telefonear a la japonesa para concertar una cita, luego se arrepentía y rechazaba la idea. Ocho días después del encuentro con Hana regresó al Café Safo a la misma hora de la primera vez, esperando encontrar a la japonesa. Durante la media hora que estuvo allí no se presentó, así que la telefoneó. Hana le dio la dirección de su gabinete para que se presentara ya. Estaba muy cerca. La sala en la que practicaba la técnica del "shibari" era amplia, en semipenumbra. Hana vestía de cuero negro, ajustado a un cuerpo esbelto. Chloe se fijó en las argollas que pendían del techo y en un muestrario de cuerdas de distintos colores. Hana le informó que eran de yute y algodón, suaves para no hacer heridas en la piel, de 8 metros de longitud.  Le preguntó si quería probar la experiencia.

- La primera vez es gratis. Sólo estarás colgada veinte o treinta minutos, pero no es necesario que te cuelgue.  El suelo estaba cubierto por un tatami.

-  Átame como creas conveniente, pero esta vez sin colgarme -decidió Chloe.

- Entonces, desnúdate. Los nudos han de presionarte directamente los puntos sensibles de tu cuerpo para ser efectiva la atadura.

Hana miró fijamente a Chloe mientras se desnudaba, calculando la forma en que procedería al pasar las cuerdas por su cuerpo. La postura que decidió fue sentada sobre una banqueta, atados los brazos a la espalda y las piernas separadas atadas a las patas de la banqueta. Su sexo quedaba así abiertamente expuesto a la mirada de Hana, que se sentó sobre el tatami muy cerca de ella. Chloe se sintió excitada por la mirada penetrante de la japonesa y por los roces que le hizo sobre su cuerpo mientras ajustaba los nudos de la cuerda alrededor de los brazos y la cintura. Hana se acercó a ella y cuando estaba entre sus piernas la interrogó con la mirada. Chloe cerró los ojos, señal que Hana interpretó de asentimiento. Apoyó sus brazos en las piernas de ella y con la lengua chupó su sexo y la introdujo en su vagina, le acarició los pechos, provocándole gritos de placer. Escogió otra cuerda de algodón con la que rodeó su cabeza por la frente, los ojos y la boca. Después volvió a masajearle la vagina con la lengua, sentada entre sus piernas. Desde ese momento, Chloe gozó en silencio hasta casi perder el conocimiento. Cuando la libró de las ataduras, se extendió sobre el tatami, calmándose poco a poco de tanta excitación mientras Hana la miraba sentada en la banqueta.


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