EL ESCRITOR DE CONSUMO 2

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Javier Millet vio en cierta medida una puerta abierta para realizar sus sueños, por lo que aceptó aquella oportunidad que se le ofrecía sin dudarlo ni un segundo.

El novelista escribía a destajo y apenas tenía tiempo libre puesto que alternaba su aburrido quehacer laboral en la empresa de productos lácteos con sus novelas de consumo fueran del Oeste americano o de otro género; y esas primeras - las de vaqueros- eran las preferidas por el  gran público masculino; aunque él sentía predilección por las de terror o las de Ciencia Ficción. Y como a veces le fallaba la imaginación; se sentía seco de ideas, se apoyaba en los guiones de las películas que veía.

En medio de aquel frenesi laboral, dado que Javier Millet solía escribir los fines de semana, él aún tuvo tiempo de enamorarse de una mujer dos años menor que él que a su juicio era muy atractiva y risueña llamada Montserrat, que era la hermana de un antiguo amigo del Instituto en el que había estudiado y se casó con ella, la cual le dio dos hijos varones

Y Montserrat, cuando podía le hacía de correctora de sus novelas al igual como hacen que algunas esposas de otros escritores como era en el caso de Camilo José Cela, y discutían la trama de las mismas. Si la mujer se emocionaba con la lectura de aquellas pequeñas obras literarias quería decir que la cosa iba bien. Pues para Javier su media naranja era una síntesis del público en general al que iba destinado sus cuentos. Por esta razón entre otras más de tipo personal, aquella pareja sintonizaban en todos los sentidos casi a la perfección.

Así fueron pasando unos años para aquella familia hasta que llegó la televisión, la cual eclipsó totalmente aquella clase de publicaciones, ya que como se sabe en la vida todo son etapas que se las lleva el inconmensurable río del tiempo. No obstante Javier Millet siguió escribiendo novelas de intriga mucho mejor construidas que las que había hecho de consumo y ahora estaban firmadas con su verdadero nombre y apellido. Porque a fin de cuentas la escritura y el amor al lenguaje es como una segunda piel; un modo de respirar para el escritor; por lo que Javier Millet al fin consiguió ganar un premio en el Certámen de Novela Negra que se celebra cada año en su Ciudad Condal.

Mas Javier mientras recibía su premio reflexionaba y llegó a la convicción que el ser humano por mucho que se haya esmerado en lo que sea; su aprendizaje en este mundo nunca, nunca tendrá fin.

                                                                     FRANCESC MIRALLES

 


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