La piel es la misma, solo que se desviste de ausencia,
ante el injusto desplante, tampoco se humedece por llantos.
Su piel es la misma, solo que cambia a ratos,
por surcos que dibujó la indiferencia.
El tiempo cicatrizó lo que quedaba roto,
desvaneció el tormento y lo ruidoso,
no recuerda lo que está dormido,
hoy, la piel tiene … ¡un destino ignoto!
La piel es la misma, solo varió la vista oponente,
sin vestigios del dolor que percibió desprecio,
del hijo o del amigo, menosprecio,
tampoco se resiente ante la mentira de la gente.
Su piel es la misma, solo que ahora diferencia,
la certeza de la duda con el sentimiento que perdura.
No está arrugada ni cansada… no hay premura,
solo en reposo, sin extrañar de nadie la presencia.
El sudor de la experiencia rompió ataduras,
abrió poros, coraza de tranquilidad y finura,
transpiró libertad, apertura,
rebotaron emociones, caricias de frescuras.
Del estructurado ayer, social lisonjero,
soltó el recuerdo superfluo, efímero,
hoy se reúne sin dar consejo,
entendió que mejor lección tiene un ejemplo.
Y si a la piel le sorprende el verdadero cambio:
frialdad de muerte,
antes quiere expresar lo que siente:
no hay tranquilidad sin accionar la prudencia,
la única que te ofrece seguridad e inteligencia.
Ana Sabrina Pirela Paz
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