Año 2133.
El castigo de los delitos se realizaba de una manera “deportiva”.
Las ejecuciones se realizaban en un estadio repleto, rugiente.
El mecanismo se basaba en un antiguo juego de niños que había sobrevivido a los tiempos.
El juego de las estatuas movientes.
Los delincuentes debían alcanzar una meta sin que un mecanismo giratorio detectase su avance.
Al girar y ponerse una parte (la visión) frente a los condenados, el detector de la máquina registraba a los que eran sorprendidos aun moviéndose y con un rayo los desintegraba.
Se analizaba hasta el mas mínimo pestañeo. El congelamiento debía ser perfecto.
A cada vuelta la multitud se enardecía.
La mayoría de las ejecuciones terminaban sin que ninguno de los participantes lograse arribar a la meta.
Y si alguno la alcanzaba de inmediato los demás eran eliminados.
El ganador conservaba su vida y se le permitía, por 3 días, gozar del “Dispositivo del placer”.
Este artilugio exacerbaba el goce de todos los sentidos hasta el paroxismo.
El oído escuchaba músicas que transportaban. Se gustaban manjares nunca antes probados. La piel sentía caricias mas suaves que la de ninguna madre. Perfumes de miles de distintas flores inundaban el ambiente. Luces de hermosos colores circulaban adoptando bellísimas formas cambiantes. Todo en medio de un orgasmo continuo.
Luego de esos 3 días jamás se le permitiría volver a entrar al Dispositivo.
Salvó su vida, pero nada es peor castigo que añorar lo que se sintió y no se podrá nunca volver a experimentar.
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