Antón Pirulero

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Cuando a Antón Pirulero se dispuso a pagar su prenda por no atender su juego, sonó el despertador y se dio cuenta de que era hora de levantarse, pero no para ir al colegio, sino para ponerse el mono y fichar en la obra. También se dio cuenta de que no era su verdadero nombre, aunque en la escuela lo llamaran así. Pero se le daba lo mismo ya. Él lo que hubiera deseado era seguir durmiendo, lo llamaran como lo llamaran.

No sólo era un trabajo penoso, sino que, encima, el capataz, cuando le daba instrucciones, al final añadía: me has oído, Pirulero. Y todo por un mísero sueldo, que le daban ganas de no levantarse aquella mañana y seguir soñando que no era albañil, y que estaba en la escuela jugando con los otros niños.

Todo empezó en la primaria, cuando al preguntarle la maestra por su nombre, dijo, lo correcto, que se llamaba Antón.

Y Aragón, que ahora estaba en la misma obra,pero de capataz, y era el que le hacía las comandas, y entonces estuviera en la misma clase de párvulos, por razones misteriosas, pues la ciudad era bastante grande, dijo, ante su silencio.

Pirulero.

Y era que había que dar el apellido, pero Antón no lo sabía por haberse incorporado tarde al colegio y no tener mayor noticia de ello. La carcajada fue fenomenal. Y desde entonces Antón Ferrán, dejó de ser Ferrán, para ser Pirulero.

 Y de esto va a ir esta historia, de la vida de Antón, como se establece en el encabezamiento. La historia de un peón de albañil: el oficio más invisible y uno de los más necesarios dle mundo. 


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