Bobby era de color negro, esbelto, elegante, bien parecido; sabía entablar una buena comunicación. Sin embargo estaba triste porque lo habían encerrado sin razón alguna, lo pillaron en la plaza Santa Rosa y lo pusieron entre rejas. Había más como él, muchos, de todas las condiciones y razas, no importaba el origen, si te cogían solo en la calle te llevaban a una celda y a saber cuál sería tu destino. Estaba muy acojonado porque había oído decir o otros que los iban a liquidar a todos. Muchos lloraban, otros aullaban de dolor. Pero de repente olisqueó el aire y percibió el perfume de Sara, ¡estaba allí!
Seguro que venía a buscarlo, ya estaba salvado, que alivió pensó, no volveré a salir solo. Al poco, vio como venía el hombre de allí con Sara, abrió la jaula y ella le puso el collar acariciándolo y regañándolo por haberse escapado de casa. Vámonos dijo, y salieron de allí paseando.
¡Guau, Guau!, ladró Bobby rebosante de alegría.
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