LA APUESTA 3

- ¿Dónde estará la tumba del famoso corregidor francés?" - se preguntó Jaime de viva voz.

"Estoy aquí..." susurró lo que parecía ser una lejana voz, cuando no era más que el silvido del viento

Jaime quiso abandonar aquel sombrío lugar, pero fatalmente sintió que "alguien" le tiraba con fuerza de la capa. Era como si una potente mano que surgiese de una tumba se empeñara en retener, en atrapar al arrogante estudiante para arrastrarlo al infierno.

-¡Noooo! - gritó aterrado Jaime.

Mas la zarpa seguía y seguía tirando obstinadamente de la ropa del intruso.

El joven cayó de bruces al suelo al tiempo que trataba inutilmente de librarse de aquel asedio, cuando de entre las sombras Jaime creyó ver una presencia humana que parecía levitar.

Cuando aquella misteriosa presencia estuvo  frente al desafortunado Jaime con una mirada de odio, éste ya estaba convencido que era el maldito corregidor francés. Y sin más dilación la figura agarró por el cuello al estudiante por lo que éste cayó en un pozo sin fondo..

Al día siguien el guarda de aquel cementerio descubrió el cadáver de Jaime Baró y comprendió lo que había ocurrido. Aquellas fuertes ráfagas de viento nocturno habían hecho que la capa del joven se enrerara de tal manera con las rejas que protegían un mausleo, causándole la fatal SUGESTIÓN - pues la sugestión tiene más poder del que cabe imaginar-. de que una alma en pena había agarrado la ropa de Jaime para llevárselo al otro mundo. Por tanto era evidente que aquel desventurado estudiante en realidad no había visto a ningún fantasma, y había fallecido literalmente de miedo.

¿Este relato es un caso real que sucedió en Cervera, o es una leyenda popupar? No lo sé.

Pero lo curioso del asunto; lo que sí he podido constatar es que esta misma historia ha viajado a través de unas ondas electromagnéticas que fluctúan en el aire, como las imágenes que se proyectan en la televisión hasta alcanzar el inconsciente colectivo de la Humanidad canalizada en diferentes culturas del planeta.

Por eso yo aconsejo a los amables lectores que no visiten los cementerios a altas horas de la noche.

                                                                   FRANCESC MIRALLES