evoluZion 4

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Enviado el , clasificado en Ciencia ficción
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Un grupo de zetas escandalosos me avisa que tenemos que salir zumbando de allí. Se nos echarán encima en campo abierto y eso no me conviene en absoluto. Levanto la mirada al cielo buscando una respuesta a mi dilema y el silencio es el que contesta, como siempre.

 

Luego la vuelvo a mirar y le hablo en voz baja, vocalizando. 

 

- Puedes caminar.

 

Se pone en pie, rebosando alegría, pues leo haberla complacido en su dulce carita cubierta de polvo.

 

Arrancamos a correr hacia el final del parque, siempre cuento con una vía de escape, aunque espero que la compañía no sea un lastre para lograr llegar hasta allí. Estos malditos zetas son cada vez más rápidos y tenaces. El cabrón anterior parecía un caballo al galope.

 

Después de la curva veo el antiguo puente de piedra que cruza el riachuelo. Bajo su buche, escondida entre las sombras de la tupida enredadera, una pequeña verja de hierro nos espera. Los enormes bichos que nos persiguen no se dan por vencidos fácilmente, aunque hemos logrado sacarles algo de ventaja para que nos pierdan de vista en el preciso momento en el que nos metemos dentro y cerramos la verja tras nosotros, echando el cerrojo inmediatamente.

 

La chica respira fatigada y pega su espalda a la pared de hormigón. La miro y le ordeno guardar silencio apoyando el índice sobre mis labios. Me deslizo hacia la profundidad del túnel con siligilo y cojo su mano para alejarla de la puerta y que la oscuridad nos protega eventualmente.

Minimizamos el sonido de nuestra agitada respiración cuando oímos pasar de largo a la cabeza del grupo. Deben ser unos seis o siete. 

 

Los escuchamos alejarse, excepto un cabroncete rezagado que no puede seguir el ritmo. Se detiene. Sudo. La chica me aprieta con fuerza la mano. 

 

El malnacido se pone a mover la cabeza a trompicones. No sé a qué se dedica.

 

¡Mierda! ¡Está usando su olfato! Creo que nos podría detectar si se acerca más, y es lo que está haciendo. ¡Pero que cojones esta pasando hoy! Si nos quedamos allí y nos descubre, sus chillidos alertarán a los demás.

 

Busco la pequeña linterna en el bolsillo de la pierna del pantalón y la enciendo. Su haz se pierde en el fondo del siniestro corredor, cuya penumbra me complace más que vérmelas con el grupito de ahí fuera. Además conozco hacia donde lleva.

 

Echo un último vistazo a la verja. A través de los barrotes veo arrimarse la figura harapienta de la pequeña sanguijuela. La joven tira de mi hacia las entrañas de aquel improvisado refugio con el temor a flor de piel en su brazo. Resopla calladamente. Nos alejamos de la entrada sin prisa, casi levitando.

 

Al final del túnel hay una puerta metálica, cortafuegos. Al lado opuesto se hallan las instalaciones de agua de la gran cascada de diseño semicircular, ubicada en la zona norte del parque, y con una longitud de cincuenta metros.

 

Es un lugar bastante hermético y en el que he ido almacenando víveres enlatados. Hace tiempo que sus ruidosas bombas dejaron de funcionar. Así que suelo pasar los episodios de peligro allí metido hasta que llega la noche, cuando la actividad de los zetas se reduce a mínimos.

 

Cierro la puerta con llave. La chica observa el entorno, o más bien lo estudia. Dejo la mochila sobre una mesa. La sala tendrá unos 6 metros cuadrados. En una esquina he dispuesto un colchón, echado en el suelo, con un saco de dormir enrollado a los pies.

 

- ¿Cómo te llamas? - rompo el silencio.

 

No contesta. Joder, no recordaba que no puede oírme. Le pongo la mano en el hombro para llamar su atención y logro que se sobresalte. Se gira y me mira con expresión de haber gritado sin sonido.

 

- ¿Cómo te llamas? - le repito vocalizando.

 

Me sonríe levemente.

 

- Jenn - logra decir con una voz que no corresponde a su atractivo.

 

- ¿Puedes leer mis labios verdad? 

 

Asiente cerrando los esbeltos ojazos. Luego me señala con decisión. 

 

- Arrow - me presento con mi autobautismo. Se extraña frunciendo las cejas.

 

- Por las flechas - me explico sonriendo y soltando un cachete al paquete de proyectiles que cuelga de mi cinturón.


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