Un enorme estruendo me despierta y sobresalta, haciendo que me incorpore y siente como un resorte.
Los primeros rayos del alba se cuelan en el refugio de hormigón a través de la claraboya ahora rota y unas figuras humanas caen deslizandose por una cuerda vertical.
Localizo mi machete y mi maquina de lanzar flechas que siguen sobre la estantería y quiero alcanzarlas, mi instinto de supervivencia me obliga a ello.
Las sombras actúan con rapidez y después de tomar tierra, una de ellas se abalanza sobre mí al tiempo que la otra, con una efectiva maniobra bloquea toda defensa de la pobre y adormilada Jenn.
Logro empuñar el machete, pero tras un rugido de mi corpulento homicida, me empotra con todo su peso contra la estantería de metal, doblando los estantes con el empuje de ambos cuerpos. El arma blanca se desprende involuntariamente de mi palma y choca contra el suelo varias veces. Recibo un tremendo golpe en las costillas que me hace aullar de dolor, pero a pesar de ello me revuelvo para desplazar con el brazo libre y casi a ciegas al hombre oscuro, que cae sentado e inmediatamente saca su reluciente cuchillo y se prepara para hincar su plateada hoja en mi carne. Adivino que son profesionales.
Jenn grita y el sonido de un puñetazo calla el eco de su auxilio. Presumo que la han dejado inconsciente.
Se lanza brazo en alto, cuchillo mortal en mano, detrás de la negra máscara, sus ojos repletos de ira cabalgan hacia mí. Con el costado dolorido mi mano detecta a tientas una tapa metálica de olla sobre un estante. Mi instinto reacciona para hacerla servir de escudo y repeler el ataque. Suena la campana. Segundo round. Sin darle cuartel le propino un golpe en plena cara con la tapa, así me lo saco de encima y lo alejo unos breves segundos para recoger del suelo mi machete y poder defender mi vida.
El corazón me va a mil y respiro nervioso. Apenas veo. El costado me quema. Miro un segundo la palma de mi mano izquierda que noto húmeda. Está manchada de sangre.
El hombre oscuro se incorpora despacio y me observa. Ríe. Más bien se mofa. Me preparo, le espero.
Oigo que alguien se aproxima por mi espalda y me aparto, pues intuyo el peligro, pero no puedo evitar que el metal de un cuchillo a traición penetre en el hombro, quedándose clavado en mi retaguardia.
Aprieto los dientes al sentir aquella brutal punzada y me derrumbo de rodillas. A gatas intento alcanzar la empuñadura para extraer el puñal. El grandullón se aproxima y lanza su pierna. Me patea como si jugara a fútbol con mi cabeza. Es lo último que recuerdo antes de perder el mundo de vista.
Noto un terrible dolor de cabeza al levantar los párpados e imágenes borrosas del interior de mi escondite silencioso y vacío me hacen recordar poco a poco lo ocurrido.
Los trinos de los gorriones en los albores a la salida del sol me hacen entender que todavía estoy vivo en este mundo de muertos andantes. Yazco boca abajo. La cara también me duele e intento incorporarme, pero no puedo. Me lo impide la hoja que continúa incrustada cerca de mi homóplato. He debido perder bastante sangre, porque todo me da vueltas y por la amplia mancha púrpura que hay debajo de mí.
Ni rastro de Jen. No sé que suerte habrá corrido. Sabía que tarde o temprano su compañía sería un problema, aunque creo que el polvo de anoche lo compensa.
Me planteo cómo salir de aquella situación con vida, para continuar con mi vida de mierda, sin embargo con un aliciente adicional que tiene nombre de mujer.
Consigo arrodillarme con bastante esfuerzo y entre quejidos de mi garganta. Mi frente pegada al áspero pavimento, mi mano intentando armarse de valor para alcanzar la empuñadura y extraer el acero de mi hombro.
Escucho un fuerte y conocido aleteo. Una gran sombra oscurece de repente la sala y poco después la cabeza de Mai Lin se introduce a medias para saludarme sin mover los labios. Resopla y su mal aliento consigue revivirme. Tal vez me pueda ayudar.
- "Hola. ¿Qué busca en suelo?"
No me esperaba ese saludo.
- Mi cuchillo - no me jodas.
- "En espalda, veo" - contesta con su dulce voz oriental.
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