- Ya. Gracias - ironizo mientras continuo anclado en mi rezo - ¿Podrías sacarlo de mi espalda? No llego y me duele bastante ¿sabes?
Intuyo que mi amiga dragona no interpreto mi sátira.
- "Mai Lyn no entra. Tu viene, tu viene - apremia.
Me arrastro como puedo hasta posicionarme bajo su faz multicolor. Estira su cuello y hábilmente saca el cuchillo con su boca. El metal suena un par de veces contra el suelo. Recuerdo el día que nos conocimos y la manera en que sanó su propia herida.
- ¿Podrías cerrar la herida antes de que me desangre? - me apresuro a pedirle con gesto de dolor.
Veo como abre sus fauces y me enseña su afilada dentadura. Una llamarada azulada surge de su garganta en mi dirección. Agacho la cabeza y aprieto los ojos esperando lo peor. Un calor estimulante me envuelve durante unos instantes, con la fuerza de una ventisca del desierto. Luego me invade una sensación de frescor herbal. Silencio. El dolor me abandona, como un mal desodorante y siento juntarse la carne cerrando la herida.
Vuelvo a oír la voz interior de Mai Lyn.
- "¿Jen no aquí?"
Me desplomo de costado, fatigado. Debería comer algo para reponer hierro.
-No, Jen ya no aquí - susurro mirando sus pupilas alargadas de lagarto - Hombres, guerreros de la Hermandad se la llevaron esta noche. No sé a dónde.
Mis palabras suenan a preocupación.
- "Quieren su sangre" - recapacita.
- Eso creo yo también - concluyo levantándome despacio.
- "Yo buscar a Jen" - dice a punto para marcharse.
- ¡Espera un momento! - le pido consiguiendo retenerla - ¿Puedes explicarme qué relación os une?
Me observa ondeando su singular testa.
- "Jen trajo a Mai Lyn a éste mundo"
Aquello no me cuadraba mucho. No la imaginaba pariendo una bebé dragona. Abre la boca y suelta un sonido parecido a una carcajada.
- "Así no, bobo. Ella dibuja mucho bien" - aclara.
Me ha leído la mente. Su aclaración me hace atar cabos, y entender que algunas leyendas pueden ser ciertas, sin embargo, la teoría del Red Bull tampoco la habría descartado.
- ¿Sabes dónde se la han llevado? - pregunto sin más.
- Mai Lyn conoce morada de cazadores - argumenta con rabia.
- ¿Has desayunado ya?
Asiente y resopla expulsando gases nasales.
- Yo no. Espera que coma algo y me acompañas. No puedo matar zetas con el estómago vacío - le hago un guiño, aunque no sé si comprende del todo el significado de mi gracia.
La fuerza del aire contra mis ojos consigue que las lágrimas fluyan hacia mis sienes.
- ¿Estás segura de que sabes dónde se encuentra? - le grito a lomos de la increíble y fantástica criatura que me trasporta por el cielo.
- Sí - es su escueta respuesta sin voz.
Me abrazo con fuerza a la base de su cuello, mientras cruzamos la ciudad de los muertos que caminan sin rumbo. Veo diminutos zetas deambular, mientras otros, con mayor actividad motriz, otean los vencidos edificios en busca de vida, o sea, alimento. Levantan la vista a nuestro sobrevuelo. Nos detectan impasibles, pero es la mejor manera de viajar, sin tener que enfrentarse a ellos.
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