Tengo una querida amiga. Si bien nos conocimos en la realidad, la mayor parte de nuestro vínculo se desarrolla de manera virtual.
Hubo un momento en que nos planteamos tener sexo. Sentía que había mucha piel entre nosotros y ella es muy deseable. Pero no seguimos adelante. Yo no tenía posibilidad ni deseo de una doble vida, y ella deseaba algo más que un encuentro esporádico. Pero en esas conversaciones preparatorias me confesó algo que me sorprendió. Nunca había tenido un orgasmo. Su ex era un machista que solo se interesaba por su propio goce y ella, supongo que, por su formación educativa, tenía miedo de masturbarse con la excusa de un mito urbano sobre una adicción que llevaba a la muerte. Pero creo que nadie puede pasar por la vida sin experimentar esa comunión con su cuerpo
Y acá es donde nace mi fantasía. Sueño con provocarle ese orgasmo. Pienso en mil maneras de conducirla hasta ese momento. Deseo que sin vergüenzas ni remilgos se entregue a mi conducción. Besarla, masajearla, penetrarla y, sobre todo, lamer su clítoris hasta que logre ese instante en el que llegamos al cielo sin morir. Y luego instarla a que vuelva a sentir ese placer con su propio dedo. Porque imagino que una vez desatada será multiorgásmica.
Tengo esa fantasía de manera recurrente lo que hizo que aumentase la frecuencia con la que me masturbo y gracias a eso estoy perdiendo algo de mi sobrepeso.
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