El buró (Final)

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...Finalizado el trabajo, se retiraron entre carcajadas para despedirse, encerrándose en los nidos que antes los habían cobijado.

La esfera infernal desapareció y todo volvió a la normalidad…

Excepto Jean-Jacques...

***

-VIII-

Tres días después, alguien compareció ante la gendarmería del distrito reclamando para sí la propiedad del buró.

La exhibición del contrato donde aparecía la firma del joven fallecido convenció al jefe de la gendarmería y no tuvo mayor inconveniente en que se retirara el mueble reclamado. Antes, se había mostrado muy suspicaz con aquel viejo sobre si tenía alguna información que pudiera ayudar sobre la extraña muerte del joven escritor. La ausencia de un trozo de piel en su vientre le tenía muy intrigado, pero tampoco supo éste  qué decirle.

-IX-

En la trastienda del local, pulsó un resorte escondido bajo el tablero y automáticamente se abrieron dos gavetas. Saltaron al tiempo cinco diablillos colocando en el centro del secreter una pequeña prensa y sacaron centenares de hojas manuscritas del resto de los cajones; tras ordenarlas en un santiamén, las colocaron celosamente en su interior. Después, procedieron al encolado del lomo con tiras de un tejido parecido al algodón que empaparon con un fuerte engrudo. Por último, abrieron el último de los cajones y extrajeron con mucha delicadeza de su interior un trozo de piel reseca, la desenvolvieron y con meticulosidad la pegaron en una doble cartulina dándole la forma de libro con el que finalmente unieron para servirle de tapas.

Hecho esto, prensaron todo el conjunto y forjaron un sello de plomo, lo humedecieron en tinta indeleble, lo izaron sobre la tapa y después sobre el lomo, imprimiendo en ambos el título con el que sería eternamente conocido en la Biblioteca del Infierno:

 

TOMO 6666

COLECCIÓN JÓVENES ESCRITORES

CIEN OBRAS DE TERROR DE JEAN-JACQUES GUIDONET”

–Impreso por Enri Dupré, Diablo Mayor de París (Francia)-

 

-Epílogo-

 

La mañana en Baltimore se mostraba propicia para dar un paseo…

La tienda estaba cerrada, pero quizás fuera bueno esperar a que el dueño se presentara y la abriera… No sería muy inteligente desperdiciar aquella ocasión para contemplarlo más de cerca…

-Este buró es una obra de arte -dijo Poe a su acompañante femenina-. ¿Te has fijado en sus delicadas líneas, en sus incrustaciones, Virginia…? Invitan a escribir… ¿verdad?

-Te encantaría llevártelo… ¿no es cierto? -le dijo ella, mientras él seguía admirando tras el cristal los bellos detalles del mueble.

-¿Le gusta, señor?… Se lo dejo a muy buen precio... -oyeron a su espalda, pillándoles de improviso…

-o-o-o-o-


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