En pijama y despeinada, me pilló el domingo por la tarde en casa sin haber hecho nada especial. Tumbada en el sofá me dispuse a repasar a conciencia la pintura del techo, que por mala suerte estaba impecable.
Fue entonces cuando escuché un chistido –psssss–. La gata dormía, y miré alrededor. Estaba sola. Psssssss! – otra vez–. Sobre la mesita descansaba un libro sin estrenar que me habían regalado el pasado veintitrés de abril. El sonido venia de ahí.
Alargué el brazo y alcancé el ejemplar. Estaba caliente al tacto. Abrí por curiosidad la tapa y leí una dedicatoria: «A ti, mi Seren».
Wow! El libro se dedicó a alguien con mi mismo nombre. Pensé que no perdía nada leyendo unas páginas...
"Querida Serena". Me gusta –pensé,diciéndome: –a ti nunca te han escrito un poema, ¡caray, imagina que alguien te dedicara un libro!
"Querida Serena, el Nocturno 4 suena mientras te escribo, y me hace recordar con intensidad nuestro encuentro en París. Quizá lo estés escuchando ahora... –Y de repente empecé a escuchar al piano a Chopin en el salón de casa–.
"Si quisieras venir a mis páginas, si quisieras venir a mí...". "Ven, Serena, aquí estoy".
París, Chopin. Habían pasado muchos años. Aquello ya se había quedado como un recuerdo, pero, ¿y si pudiera repetirse? ¡Qué locura!, ¿estaba de verdad pensando que "ella" era yo?
Y si fuera yo... ¿Lo haría?
Y decidí: sí, lo haría. Cerré los ojos dejándome llevar por esa melodía. La oscuridad tras ellos daba vueltas. Aguanté hasta que no pude más...
Cuando la gata despertó, se encontró sola en la casa, pero aún pudo escuchar las lejanas notas de un piano.
©Serendipity
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