competencia

Ella lo miro con esas miradas esperanzadas de vida, con ese deseo sobrehumano de seguir adelante sin importar nada. Se detuvo en cada momento de su vida como una película que le daba pausa y play. Así constantemente, así durante cada minuto.se empezó a marear, ya no luchaba, ya ni lo intentaba. Sus piernas dejaron de luchar, ya no pateaban en el piso, en su ataúd. Recordó los consejos de su madre. Recordó ese verano donde el sol alumbro como nunca antes. Recordó su triunfo al subirse al árbol más grande del parque, recordó que lo que la alegro, no fue la satisfacción de poder subir si no, que su hermano gemelo con el que siempre competían no se había animado. Eso sí, se cayó, se quebró un brazo, sufro el duro reto de su madre pero su sonrisa quedo intacta. Cada día durante dos meses recordó su triunfo y se inflo de orgullo. Pero ya nunca más volvería a recordar ese momento que se sintió superior. Quizás nunca más volvería a respirar. No reconocía sus manos, ya era incapaz de ver con claridad. Su agresor desconocido la había introducido en una atmosfera nebulosa fría y cruel de la cual, no iba a salir. Sus manos dejaron de pelear siguieron el duro deseo de no hacer nada ya como sus pierdas que no pudieron mas patalear. Su cuello quedo a solas con la cuerda que fuertemente lo abrazaba. Pero en un momento la soltó. El agresor salió de su sombrío anonimato y dio la cara. Una cara tan familiar que la destrozo sin compasión. Ella en su gran agonía se acariciaba su cuello marcado preguntaba ¿Por qué? Pero no iba a ver respuesta. Solo una condena de un verdugo, listo para soltar el grillete y disfrutar ver rodar una cabeza, sonreír con orgullo y soberbia. “después seguimos jugando hermanita”. El hombre se retiro de la habitación deslumbrando de gozo. Dejando inconclusa la tarea que iba a volver a terminar, en algún momento, sin que nadie lo espere. Su competencia iba a seguir.